Tendría 11 años cuando mis padres me enviaban a Barcelona para pasar unos días de vacaciones con mi familia emigrante. Mi madre hablaba con el conductor del autobús y con alguna persona mayor, normalmente mujer, para que me echara un vistazo durante el viaje. Se vendían más asientos de los que disponía el autobús, de forma que cuando se acababan de cubrir, la gente subía con una silla plegable y la colocaba en medio del pasillo. Unas 18 horas tardábamos en llegar a Barcelona. Pero los nervios de estar con mis únicos primos hermanos y de pasear por esa ciudad tan maravillosa, merecía la pena.

Posteriormente el trayecto lo hacía en tren. Hasta 26 horas he tardado, parando en los apeaderos más inverosímiles donde alguna familia de una aldea o cortijo tomaba el tren. Parábamos en Alcázar de San Juan y tras dos horas de espera realizábamos trasbordo al Torre del Oro de Sevilla, que nos llevaba primero a Valencia y posteriormente, subiendo la costa, a Barcelona. Ha ocurrido de todo en un trayecto tan largo: hasta he asistido a una gestante que viajaba sola con sus dos hijos con los que compartía coche cama.

Pero vino el talgo Badajoz-Barcelona y la cosa mejoró bastante -cuando no se tiene nada cualquier pequeño empuje se agradece-. Los vagones eran viejos, seguramente recuperados de la renovación de otras líneas de comunidades autónomas con más suerte, pero el tren iba más rápido y el espacio entre asientos era más amplio.

Luego se le introdujo el vagón bar, un sueño. Poder tomarte un bocadillo o una cervecita, ir al baño y "estirar las piernas" fue todo un lujo. He viajado en este talgo muchas veces, porque tengo la suerte de seguir teniendo mi familia extremeña emigrante en Barcelona y una nueva familia en Zaragoza. Prácticamente se tardaba el mismo tiempo en tren que en coche, los vagones ya no tenían el aire estilo régimen, habían mejorado las infraestructuras viales y con billete de ida y vuelta y el descuento de niños, el viaje salía muy competitivo a la gasolina.

Pero hace unos años lo quitaron. Ahora hay que ir hasta Madrid y si tienes suerte con los horarios realizar un trasbordo y coger el AVE. Si no, esperar dos horas en Atocha hasta el próximo. De precio, imposible. ¿Habría que hacer esto para buscar la rentabilidad del AVE Madrid - Barcelona y obligarnos a los extremeños sí o sí a realizar esta singladura, mientras en la prensa regional se nos prometía un AVE? Pregunté al gobierno de entonces en varias ocasiones esta cuestión, y sigo sin respuesta.

He hablado con muchas personas que utilizaban este servicio varias veces al año y la indignación era general, pero "como vendrá el AVE ya mismo-o un vuelo baratito desde Badajoz-". AVE aquí, AVE allí, rifirrafe en los Ayuntamientos por la estación del AVE acá o allá. AVE Fénix, AVE María...

Ahora un tren diesel rápido para el 2015 y una nueva compañía aérea. No sé si realmente se necesita la modernidad más absoluta, ni si será rentable la modernidad. Estoy más de acuerdo en prestar más atención a mejorar ya mismo las infraestructuras ferroviarias regionales y dejar de momento el sueño imposible.

No utilicen este tema políticamente, acuerden una mirada de futuro y den a los extremeños la seriedad que merecemos implantando infraestructuras de calidad y precios razonables como disfrutan otras comunidades autónomas. Acuérdense de que tienen que venir muchas abuelas, muchas tías y muchos primos de vez en cuando a visitar a la familia, a oler Extremadura, comprar chacina extremeña y café portugués. Y para no caer en el folklore, recuerden que también quieren visitarnos personas que desean conocer Extremadura por nuestras bondades medioambientales y patrimoniales, aquello de sostenibilidad turística de Extremadura como futuro de crecimiento y, aunque pocos, hay empresarios y ejecutivos de este sector y de otros que viajaran más cómodos en tren con sus tabletas y portátiles. Por una vez.