Después de tres años sin pisar el festival, Fran espera ansioso que llegue el Womad para volver a saborear "la música y el buen rollo que aquí se respira". Después de acampar en el ferial, el que será su alojamiento hasta el domingo, baja a la plaza Mayor "solo" pero con la seguridad de hacer amigos. Y no le falta tiempo, pide un timbal a su compañero de al lado y en cinco minutos logra dar un gran espectáculo musical al que comienzan a unirse el resto de los womeros agrupados en las escaleras del Arco de la Estrella.

Más arriba, Minerva, Javi Barberá, Turra, Javier Hernández, Juan Diego, Sion y Elías, que estudian Historia en Cáceres, vienen a disfrutar de "la gran fiesta que se monta", "esto va a ser un no parar hasta el domingo, ya descansaremos luego...". Se resguardan a la sombra mientras esperan el inicio de los conciertos. Son las siete de la tarde y el reloj supera los 30 grados.

"Es la primera vez que venimos y estamos alucinando, ¿tú sabes de la de gente que hay por ahí?", dicen Pablo Castillo, Fran, Jesús, Pablo Caballero y Mario, mientras echan un vistazo por la zona de la plaza de Santa María y San Jorge litrona en mano, pero eso sí, "de plástico". "No nos dejan pasar", se quejan Itziar, Juanma, Sergio y Esmeralda. Como ellos, otros muchos llevan bolsas con sus bebidas y la policía les ha prohibido el paso.

Hacia las 20.30 horas comienzan a probar los micrófonos del escenario instalado en la plaza Mayor. Pedro y Victoria se acercan con sus hijas para coger buen sitio y no perderse detalle del primer concierto. "Venimos desde siempre", cuenta Pedro, "hasta hemos ideado una silla para transportar a la pequeña, si no, con tanta gente, sería imposible".

Por la zona de las barras, Diana, Esmeralda y Patricia se esconden de las cámaras . "No nos saques... se supone que estamos estudiando en la biblioteca", comentan a carcajada limpia, "pero no lo hemos podido evitar... mamá, nos encanta el Womad".