TPtirro II fue el más conocido rey de un pequeño estado griego: Epiro, de la costa del mar Jónico, montañoso e indomable, que luchó contra los macedonios y contra los romanos que intentaron sojuzgarle. Los epirotas contaban sus guerras por victorias, especialmente en sus choques con las legiones romanas. Pero sus "victorias" tenían la peculiaridad de que ellos -- como vencedores -- sufrían iguales bajas que el vencido, y sus pérdidas eran similares a las de sus enemigos.

Curiosa manera de sentirse y ufanarse de ser ganador de cualquier contienda, en las que todos pierden; pues quien se considera triunfador soporta los mismos quebrantos que el perdedor. Los romanos tomaron con cierta chacota las "victorias pírricas" de sus enemigos, hasta que conquistaron aquellas fragosidades para convertirlas en provincia de su Imperio.

Esto ha sido lo sucedido en esta última confrontación electoral; repetición fallida de la que fue convocada el 15D del pasado año. En la que, a imitación de Pirro, todos se consideraron ganadores de la confrontación; aunque todos, en realidad, sufrieron las mismas pérdidas --las mismas bajas -- en esta incruenta lucha por el poder democrático.

La realidad objetiva de los comicios, por encima de sus aspectos subjetivos y de las premoniciones de las encuestas - como dirían ahora los "Oráculos" interpretadores de la previsión política - es que quien más ha perdido es quien más tenía; y los que más han ganado son los que, no teniendo nada antes del evento electoral, se encuentran ahora con que los votantes les han otorgado espacios importantes en la gestión y administración de los recursos del Estado.

Los "vencedores" dependen ahora de los perdedores, y no podrán afianzar sus conquistas si no se alían con ellos - mediante pactos o acuerdos - para repartirse el pastel del gran banquete legislativo que se abre en las Cortes. El panorama para iniciar un nuevo período político es descorazonador. Todos concurren con un montón de bellos propósitos de renovación, cambios personales y éticos para no caer de nuevo en la corrupción, en la prevaricación, en el cohecho, en la malversación de caudales públicos y en otras "manías" que han sido endémicas durante la legislatura anterior, que han llevado ante los Tribunales a cientos y cientos de "servidores públicos" que han entendido la acción política como una "arrebatiña" en la que el que más cogía más ganaba. Pero en el fondo de las faldriqueras de los candidatos siguen sonando las calderillas de los saqueos pasados y las ansias codiciosas de los futuros

En estos días de renovación de caras, seguimos viendo las mismas de hace casi quince años. Otras son nuevas, menos cargadas de "experiencia" prevaricadora y con cierto aire de honestidad en sus discursos y en sus esperanzas; pero la batalla es la batalla y los perdedores se han convertido - como Pirro - en los ganadores de la contienda, aunque hayan perdido los mayores porcentajes de votos en el combate electoral.

Quizá, como dicen muchos ya con voces de urgencia, haya que revisar los reglamentos de la contienda política para conseguir mayores grados de honradez, de veracidad y de prestigio ante los españoles.