Marcolino Dos Anjos es portugués y tiene 29 años. No sabe leer ni escribir. Llegó a España a los 16 años y aprendió castellano supuestamente por necesidad. Trabajó en Oviedo en la construcción, en Logroño en tareas de limpieza en una fábrica y en Cáceres ganaba un dinerillo como jardinero en la Charca Musia. Pero básicamente ha vivido siempre en la indigencia y de la caridad. Estas "carencias materiales, emocionales, educacionales...", unidas al abuso del alcohol han marcado su personalidad "con rasgos de anormalidad", según explicaron ayer los forenses. Por ello tiene tendencia a autolesionarse, por lo que fue atendido en decenas de ocasiones en Urgencias.

Tiene dificultades para relacionarse con los demás y comunicarse. Lo demostró en su declaración de ayer con respuestas a base de monosílabos y frases de dos o tres palabras. En la cárcel, donde lleva interno desde el suceso, tampoco habla mucho, según contaba un voluntario de la prisión. Allí no recibe visitas. Está prácticamente solo.

Así murió también Rafael Peñafiel. Solo y quizás a manos de su único amigo. Vivían juntos en la nave de Campsa y eran "amigos", dijo Dos Anjos, aunque discutían muchas veces llegando incluso a las manos. El mismo día de los hechos habían comido juntos en el comedor de Cáritas. Ningún familiar acudió a su entierro en Cáceres ni acudió ayer al juicio. Solo se tenían el uno al otro.