"Hemos gritado pidiendo ayuda, pero nadie nos ha escuchado, nadie se ha dignado venir a vernos". Soledad transmite el sentir de los 88 trabajadores de Wachtersbach a los que ayer invadía el sentimiento de impotencia por saber que ya no pueden hacer nada para salvar sus puestos de trabajo. "Nos vamos inevitablemente a la calle, y lo hacemos solos, porque ningún político se ha dignado venir para al menos interesarse por nuestra situación".

Son las doce del mediodía. Tras una noche de encierro en la planta se muestran enojados, pero tranquilos, un estado que con el paso del tiempo se va tornando en ira e irritabilidad. Los comentarios en corrillos se transforman y las instalaciones de la fábrica son invadidas por el constante sonido de piezas de cerámica que estallan contra los suelos y paredes. "Estas piezas las hemos hecho nosotros y las podemos romper, como este señor nos han roto a nosotros nuestras vidas".

Se refieren al empresario, al que culpan de la situación y acusan de "ladrón".