La concatedral sufre el mal de la piedra, pero tiene otros problemas para los que actualmente no existe presupuesto. Se trata de las vidrieras, en mal estado, que necesitarían una partida especial para su arreglo; y el solado, formado por enterramientos y laudes funerarios de obispos, bastante deteriorado por el paso de los años, según explica el arquitecto Luis González.