El traslado de los servicios que el SES presta en el hospital Virgen de la Montaña presenta dos aspectos que merecen ser resaltados. En primer lugar, pone de manifiesto la desidia con la que las administraciones públicas tratan a los edificios de su propiedad, como lo demuestra que sabiendo desde hace más de diez años que se llevaría a cabo su desalojo aún no se haya encontrado un uso adecuado para este impresionante edificio situado en el centro de la ciudad.

Para mayor escarnio, desde hace meses se formó una comisión cuyo objetivo era que estudiara su destino y aún no se ha reunido y dado que vienen elecciones no se reunirá en mucho tiempo. Y no se trata de un tema menor porque la obra de adaptación a cualquiera que sea su uso necesitará mucha inversión y mucho tiempo de ejecución. Nada tiene de extraño que pase a formar parte de los muchos edificios de propiedad de las instituciones que debido a su falta de uso y cuidado están pidiendo una piqueta que los derribe.

El segundo aspecto, que hace aún más sangrante la situación, es el interés de los ciudadanos por saber qué va a ser de él. El tema está presente en las conversaciones diarias y no digamos en las redes. Como es de suponer, en estos casos el ingenio de los cacereños se plasma en multitud de propuestas de lo más variopintas y los usos a los que debe dedicarse se multiplican, lo cual también nos indica que los ciudadanos cacereños detectan muchas deficiencias en los servicios que ofrece la ciudad y que las necesidades son muchas, grandes y variadas.

Nadie puede ignorar que existe escasez de residencias para la tercera edad, ni tampoco que son necesarios centros de investigación, de ocio, sedes de importantes empresas, centros para jóvenes... A los políticos les corresponde decidir entre todas las opciones, que para eso los hemos elegido, aunque es sabido que hagan lo que hagan siempre tendrán críticas.