Es de todos conocido que a principios del siglo XVII, un vecino de Casas de Millán, llamado Francisco de Paniagua , portando una imagen de la Virgen, deambulaba por pueblos y aldeas solicitando y recogiendo limosnas para edificarle una capilla.

Llegó a Cáceres en 1621 y, gracias a las aportaciones recibidas, fue construyendo una primera capilla en la Sierra de la Mosca que habría de consagrarse el 25 de marzo de 1626, celebrando la primera misa Sancho de Figueroa , cura de Santa María y amigo de Paniagua.

Entre los años 1716 y 1721 siguieron las obras de ampliación y el 27 de noviembre de 1721, el nuevo templo, bajo la denominación de ermita, fue bendecido y abierto al público solemnemente.

En años posteriores se construyeron el retablo, el camarín de la Virgen, las capillas laterales, etc.

Nada se sabe del autor de la primitiva imagen de nuestra Virgen, aunque su origen esté vinculado a Francisco de Paniagua.

La actual imagen, de cuerpo entero, es de madera de nogal policromada y porta la figura del Niño Jesús en el brazo izquierdo, el cual mira a la madre. Fue tallada en Sevilla entre 1620 y 1626, de artista desconocido y responde claramente al arquetipo sevillano de iconografía mariana del siglo XVI.

Tallas similares son la de la Virgen del Pilar de Zaragoza o la de los Desamparados de Valencia. La imagen se apoya en una base de rocas terminadas en prismas. Aun siendo talla completa, se presenta a la veneración de los fieles vestida con mantos de telas y bordados valiosos, siguiendo la moda del siglo XVI.

EL CELEBRE escritor Hegel dijo que las formas del Arte son más puras y más perfectas que las de la Naturaleza, hasta el extremo de que el espíritu del hombre penetra mejor a través de ellas que a través de la verdadera realidad.

Como sentir religioso, la Virgen es primordial imagen de devoción en la mayoría de los pueblos mediterráneos; suele ser además un símbolo de identidad étnica, estando por encima de cualquier diferencia que pueda existir entre sus fieles.

Este es el caso, entre los cacereños, de su patrona, la Virgen Nuestra Señora de la Montaña. En Cáceres existe una gran religiosidad popular, demostrando gran devoción por muchos santos, pero sobre todos ellos se encuentra la devoción por la Virgen de la Montaña, símbolo de identidad para todos los cacereños, tanto para los que viven en Cáceres como para todos los que están residiendo fuera.

Podemos afirmar que la devoción a la Virgen de la Montaña es la expresión religiosa más genuina de cuantas se producen en nuestra ciudad a lo largo del año.

Durante los días que la Virgen permanece en la ciudad se produce una avalancha de cacereños que van y vienen a contemplar su rostro y a dedicarle sus oraciones. Es la época en que más se identifican unos cacereños con otros, uniéndose en torno a la devoción por la Virgen de la Montaña, manifestando la unidad e identidad de todos los cacereños.

Se produce una cohesión social que ninguna otra festividad de la ciudad alcanza a conseguir. Pasa el tiempo, Cáceres crece, cambia su fisonomía; sin embargo, la devoción que sienten los cacereños por su patrona, Nuestra Señora de la Montaña, va transfiriéndose de generación en generación inmutablemente, con fortaleza inequívoca, evitando cualquier signo de desaparición o desmemoria.