"Soy Alberto Méndez Bejarano, tengo 49 años, llevo cinco en la asociación y me alegro mucho de saber que soy alcohólico. Venir hasta aquí ha sido la mejor inversión que he hecho en mi vida porque he cambiado totalmente y soy una persona completamente distinta". Alberto no puede contener las lágrimas al recordar una infancia marcada por un padre con problemas de alcohol y una madre maltratada. Si es cierto que los niños son esponjas, que absorben todo cuanto ven, no debió ser fácil para él enfrentarse años después al mismo drama familiar que le conduciría a vivir una tragedia de la que hoy, afortunadamente, se ha recuperado.

Mucho contribuyó a ello Teresa, la mujer que conoció un día en la piscina de la Ciudad Deportiva y de la que se enamoró. Habla abiertamente y sin tapujos del alcoholismo, pero en su mirada se adivina que tampoco ha sido sencillo para ella llegar hasta aquí.

Es martes y en la Asociación de Alcohólicos Nominativos ha terminado la terapia. Rodrigo, el presidente, da paso a la entrevista con EL PERIODICO y Teresa rompe el silencio. "Cuando mi marido y yo vinimos a la sede llevábamos 16 años de infierno. Lo nuestro fue un flechazo, pero lo que nunca imaginé es lo que me esperaba con el alcohol".

Hace una pausa y añade: "No es un alcohólico al que vemos tirado en la calle, puede ser un padre maravilloso. De hecho, hemos tenido tres críos y a él sólo le ha faltado parirlos. Sólo lo he visto tirado dos veces, pero no podía probarlo...".

En el matrimonio empezaron muy pronto los problemas. "Nunca me ha llegado a pegar, pero me insultaba, me trataba muy mal, era agresivo, no tenía suerte con los trabajos. Yo no me reía nunca y siempre estábamos amargados".

Los niños también sufrieron y Teresa tardó años en convencer a su marido para que acudiera a las terapias. "El recuerdo que tengo más bonito fue el día que entramos por esa puerta. Va a hacer cinco años y he aprendido mucho. Creo que el que viene tiene que tener una alegría de por vida porque aquí, indudablemente, empieza a vivir".

Alberto escucha a su mujer y añade: "El alcohol te lleva a la ruina, aunque del alcohol se sale. No soy ningún Napoleón, pero lo he conseguido".

El hijo

Oscar es el benjamín del grupo. Dentro de unos días hará cinco meses que acudió a la terapia. Tiene 28 años y empezó a beber con 12. El alcohol le llevó incluso a delinquir. "La bebida me producía una ansiedad terrible, me he llegado a dar cabezazos contra la pared y la última vez acabé haciendo barbaridades". Su madre escucha y apunta: "Son cinco hijos los que he tenido y me siento como que no he hecho todo lo que he podido, pero ellos saben que pueden contar conmigo".

José María dejó el alcohol en 1997; este año tuvo tres recaídas. "Lo malo es volver a probarlo. Entonces se acabó. Pierdes todos los papeles". Hostelero de profesión, para él ha sido duro vivir cerca de la tentación. "Andas todos los días con ello, crees haber superado el problema, pero... Es muy bonito darse cuenta de esto, de que el sacrificio no es ahora, que era antes; de que te pasabas el día bebiendo para poder ser algo, pero que realmente no eras nada".