Mar tiene 43 años y está superando un linfoma de Hodgkin. "Para mí ha supuesto muchísimo el apoyo de los voluntarios, he llevado la enfermedad francamente mejor. Ahora está en remisión completa y los médicos me aconsejan que la afronte de forma positiva. La ayuda que me dan es importantísima". Además de los tratamientos farmacológicos, esta cacereña recibe uno de los mejores medicamentos para vencer la patología: la ayuda de los voluntarios de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en Cáceres. Ellos aportan de forma altruista un remedio que no pueden fabricar los laboratorios: fortalecen el ánimo, asesoran y ayudan a normalizar la vida del enfermo para que pueda seguir adelante.

La labor del voluntariado comenzó en diciembre del año 1997, cuando la delegación cacereña de la AECC detectó la necesidad de estar junto a los enfermos para informarles, servirles de desahogo y acompañarles en momentos delicados, sobre todo durante su ingreso en el hospital. Sólo durante el año pasado realizaron 1.800 visitas y ayudaron a 400 pacientes. "Simplemente con que vayan a verte te aportan bastante, te alegran el día", revela Mar. Pero en muchas, muchísimas ocasiones, la ayuda debe prestarse a la familia.

"Les damos tila, café..."

Los voluntarios dedican cuatro horas semanales a los enfermos. En estos momentos son 14, pero la delegación cacereña quiere reunir a 25 o 30 personas para cubrir todas las necesidades. Por ello, el colectivo acaba de lanzar una campaña de captación de voluntarios que puedan prestar su ayuda especialmente en hospitales, pero también a domicilio y en la administración. Los requisitos son simples: tener más de 18 años y cierta estabilidad emocional. Antes de iniciar su labor deberán pasar una entrevista con una psicóloga y un pequeño curso de formación.

Una de las tareas consiste en acompañar a los familiares mientras esperan las sesiones de quimioterapia. "Les damos tila, manzanilla, un café...", explica Inmaculada Delgado, responsable del área de voluntarios de la AECC en Cáceres. Posteriormente suben a planta, están con los enfermos, les ponen en contacto con la psicóloga de la asociación o con los trabajadores sociales, les ayudan a solventar problemas burocráticos o suplen al cuidador del paciente para que pueda descansar un poco.

Además, el curso enseña a los voluntarios a iniciar conversaciones y contactos. "Crees que vas a ver cosas desagradables y no es tanto como esperas. Te sorprende lo que puedes dar de ti. Impresiona más la palabra ´cáncer´ que lo que debes hacer después", indica la responsable.

La ayuda de los voluntarios ha sido especialmente efectiva en algunas ocasiones. "Recuerdo el caso de una mujer que se pasaba la vida con su marido en casa. Tras sufrir un cáncer de mama comenzó a salir, a tomar café con otras personas que habían pasado por la misma experiencia, a hacer deporte...", señala Inmaculada Delgado.

Además, algunas personas que han superado la enfermedad se convierten en voluntarios testimoniales y ayudan a los enfermos desde sus propias vivencias. "He decidido hacerlo y ya mantengo contactos", confiesa Mar.

Pero la delegación cacereña ofrece otros programas igualmente efectivos, entre ellos Vivir como antes , destinado a mujeres intervenidas de mama (acuden a la piscina y a clases de gimnasia). También destaca un proyecto en perspectiva para que las personas operadas de colon aprendan a llevar una vida normalizada.