"Kikiriki, kikiriki". Así tuvo que pedir la cacereña Aurelia Pulido su primer pollo en Alemania en 1969. Tuvo que emigrar junto a su marido a Gissen para buscar trabajo y poder dar de comer a sus tres hijos, María Luisa, Anastasio y Benito. Para Aurelia el separarse de sus hermanos y de sus padres fue un golpe muy duro y reconoce que los primeros años fueron difíciles porque a penas sabía hablar alemán y le resultaba complicado comunicarse. Sin embargo el trabajo llegó pronto. Pero tampoco fue fácil: "trabajaba 16 horas al día, desde por la mañana hasta la noche. Había semanas en que mi marido y yo no nos veíamos porque no coincidían nuestros horarios", comenta.

Durante nueve años regentaron El club español de Gissen , un bar al que acudían extremeños, gallegos, valencianos,... "Era nuestro centro de reunión. Los domingos nos juntábamos y les hacía lentejas, cocido, calamares, boquerones,... les encantaba recordar los sabores de España".

Comida casera

"La mayoría de los españoles odiábamos dos cosas: la comida alemana y estar a más de 20 grados bajo cero", dice. Aurelia llegó a ser la salvación para muchos españoles que llegaban a Alemania sin nada: "han venido hasta camioneros a pegarse una ducha a mi casa. También tuve un mes a una familia valenciana y a otra de Barcelona. Adopté hasta un erasmus. Lo hice porque sabía lo que era estar solo en un país desconocido", reconoce.

La primera casa en la que vivieron se parecía a los barracones en los que habitan actualmente muchos inmigrantes: "mi marido y yo compartíamos la casa con otras personas. Vivíamos muchos en el mismo sitio". Aurelia entiende a la perfección el sentimiento que guardan los inmigrantes, por eso no es capaz de concebir porqué en España existe tanto rechazo. "A nosotros los alemanes siempre nos trataron muy bien. De hecho si pudiera volvería. Allí he dejado muy buenas amistades", dice.

Y es que Aurelia volvió hace escasamente un año para cumplir el deseo de su marido que murió hace ya catorce años: "cuando se puso enfermo me pidió que cuando me jubilara me volviera a Cáceres para disfrutar de la casita que hubiera sido de los dos", comenta mientras mira a su alrededor y entristece porque ha dejado allí a sus hijos y la soledad le impide ser del todo feliz.