De pedir perdón, nada», ha dicho Santiago Abascal en un mitin en Córdoba en referencia a las conquistas en América Latina y a la Reconquista. Las palabras del líder de Vox fueron vitoreadas en la ciudad andaluza ante un auditorio de un millar de personas, a quienes les pidió el voto patriótico mientras el público lo interrumpía con vivas a España y otras expresiones como «¡Líbranos del mal, Santi!». Pensábamos en Cáceres que Abascal estaría por aquí en tan solo cuatro días, pero nada, finalmente se irá a Mérida. Y es que durante esta semana han circulado por las redes sociales carteles que daban por sentado que el líder nacional acudiría el próximo martes a nuestra ciudad: concretamente a la calle San Pedro de Alcántara, donde el político habría tenido previsto llegar en torno a las 16.15 horas y luego se tomaría un café con afiliados en el Paseo de Cánovas.

Ciertamente el peperío ha respirado tranquilo después de que el gabinete de prensa de Vox haya confirmado que «personas ajenas a la dirección han hecho circular estos carteles a título particular pero que en ningún caso se ha fijado en la agenda esta visita a la ciudad». Parece, no obstante, que todo se debe a que las aguas en Vox Cáceres ya andan revueltas, una posible escisión que ha aliviado a las filas del PP. Y es que San Pedro de Alcántara es todo un símbolo para los populares, calle reformada por la musa del peperío, Elena Nevado, calle en la que reside su familia y calle que para ella es un emblema. Hace solo unos días Nevado paseaba por San Pedro junto al líder de su partido, Pablo Casado, ¿qué hubieran dicho las lenguas de doble filo al ver cómo recorrían la misma vía Abascal y la hermana de la mandataria municipal, Magdalena Nevado, que ha sorprendido tras aparecer como candidata por Vox al Congreso de los Diputados?

Les hablaba yo de San Pedro de Alcántara, una calle levantada en los años 40 cuyo primer edificio oficial fue la Perra Gorda, lugar donde todos los cacereños íbamos al seguro y al médico. Su creación supuso el desarrollo urbanístico de la parte derecha del Ensanche. Mucho antes, en 1900, desde la Casa de la Chicuela (que primero fue el Parador de Valiente) y que estaba a las afueras de San Antón (allí terminaba el Cáceres moderno) hasta la Estación de Ferrocarril de los Fratres, inaugurada en 1881, solo había tres inmuebles: el Hospital Provincial, las Hermanitas de los Pobres y el Parador del Carmen (ya a la altura de la Cruz de los Caídos), además de algunos chalés de corte modernista donde veraneaban las familias de la alta burguesía cacereña.

Don Pablo Vioque, comercial muy reconocido, un representante que llevaba lanas de la marca Los Pablitos y que vivía en Fuente Fría, estaba casado y con muchos hijos. Tenía un Ford Negro y disponía de conductor, José Franco, padre de Franquete. Era Vioque un gran señor, un buen empresario que promovió también la construcción de pisos en San Pedro de Alcántara.

No tardó en convertirse la calle en un referente, con su cine de verano, con el Astoria como marca de identidad, el chalé de los Acha, La Consolación del doctor Abril, el edificio de Emigración (para los que se iban a Alemania) y luego hicieron el Colegio de las Carmelitas. Empezaron después a llegar hasta allí las grandes boutiques, los pioneros Elpideo y Leo, posteriormente Sastrería Rafael, Prenatal, Pronovias, Adolfo Domínguez, Roberto Verino, (también Sánchez Cortés, cómo me gustan sus regaliz de fresa)... hasta convertirse en la meca de la moda, en el Beverly Hills cacereño. Tiene empaque esta calle, hoy peatonal, llena de terrazas. abarrotadas de clientes desde las que se ve la vida pasar. Es centro de reunión, un lugar donde es fácil pulsar la opinión de la gente.

Y a mucha gente, por cierto, le han gustado los dos nuevos fichajes de Elena Nevado. El primero, Carla Nascimento, la portuguesa que ha sido base del Nissan Al-Qázeres y que simboliza el valor, el esfuerzo, el sacrificio, digna representante del deporte femenino en la ciudad; un fichaje de altura, parafraseando el argot baloncestístico. El segundo, Pedro Cabeza Generoso: debo confesar mi admiración por este hombre. Con 14 años ya era chico de los recados de la Renault a bordo de una bicicleta. Nació en 1951 en La Abundancia, el distrito de Aldea Moret más humilde de la ciudad.

El facultativo de minas Francisco Muñiz lo hizo su mentor y merced a su empeño asentó en el barrio seis empresas, entre ellas la multinacional Opel, que supusieron la inyección económica más importante de los años 80 y que dieron empleo a 480 trabajadores. Y todo gracias a Pedro Cabeza, ejemplo claro de que la industrialización de Cáceres es posible.

Las empresas emergentes de base tecnológica, o startups, son hoy una realidad en crecimiento en todas las economías avanzadas. Debido a este incremento, el emprendimiento se ha puesto de moda entre los jóvenes. El 35% de los chicos españoles de entre 15 y 21 años (los llamados millennials) prefieren montar su propia empresa a trabajar como funcionarios. Pero el emprendimiento, esa cosa que parece tan nueva y tan moderna, ya se practicaba en el Cáceres de los años 50. Y claro que está bien destacar a los jóvenes de hoy, pero no olvidemos que los de ayer también fueron héroes. Y uno de esos héroes se llama Pedro Cabeza.

Es justo reconocerle que él trabajó en contra de la inercia de la historia porque no abandonó su tierra. Resistió con tesón, con orgullo, sin avergonzarse de su raíz minera. Ahora que tanto se llevan el ‘Bae’ (se dice de alguien a quien amas), el ‘Crush’ (flechazo), el ‘Hater’ (esa persona que critica y odia absolutamente todo), el ‘LOL’ (se utiliza para mostrar que algo es muy gracioso) o el ‘Hype’ (denota expectación o revuelo, por ejemplo: ‘Menudo ‘hype’ con lo último de Rosalía’), a veces me da la sensación de que tanto anglicismo nos ha vuelto gilipollas.

Y no se trata precisamente de decir que te gusta ‘Camela’, qué va, se trata de algo mucho más profundo, de comprender que se puede ser bueno y ateo y de que antes de que nuestro postureo inundara las redes sociales, gente como Pedro Cabeza trababa de levantar Cáceres. Si no somos capaces de entender eso, si enfrentamos a Camela con los indies nunca podremos construir una España moderna. Si tiramos solo de anglicismos y no entendemos que Joaquín Sabina ha explicado mejor que nadie qué ha sido España desde los 80, y que lo ha hecho con un castellano cultivado, clásico y reconocido a ambos lados del Atlántico, seguiremos siendo un rebaño de catetos.

Miro alrededor y veo que en el mercadillo de los jueves que montan en Ronda del Carmen ya se puede pagar con tarjeta. Me gusta comprar allí la fruta, y el pescado que tiene Salgado, en cuyo puesto trabaja José Manuel, un chaval que tiene don de gentes y más psicología que muchos psicólogos a los que pagamos un pastón para que salven nuestra mente de este mundo demente. Confío, siempre confío en que las cosas mejoren, en que las nuevas generaciones, esas que acuden estos días a ver los dinosaurios del recinto ferial, recuerden que para construir el futuro hay que mirar al pasado y que eso de poner etiquetas no es más que sinónimo de mezquindad.