Los años ochenta acababan de nacer cuando vieron la luz Las Vulpes. Era 1982, el movimiento emergente juvenil arrancaba hacia su auge, y las jóvenes de 17 y 21 lanzaron su versión de Iggy & The Stooges en una España ya democrática pero que mantenía suspicacias -el estreno fue un escándalo y medios conservadores exigieron responsabilidades-. Treinta años más tarde, ‘Me gusta ser una zorra’ es un himno del imaginario punk que en su momento acompañó a una generación despierta a forjar un movimiento cultural que trascendía a la estética de cadenas y crestas.

Esta semana, Mastropiero (Piñata Producciones) inaugura este jueves (20.30 horas) un homenaje a los 40 años del punk rock con una muestra multidisciplinar -estará expuesta hasta final de mes-. Veinte artistas recrearán sus álbumes de esa época a través de sus disciplinas artísticas: Susana Llanos Sáenz (Horses), Carmura Lenteja (The Jam), Sheila Arnelas (Parallel Lines), Natalia Rodpi (Me gusta ser una zorra), Andrea Wizner (La Polla Records), Ana Brown (Bedtime for democracy), La esposa del embajador (American Idiot), Rocío Vicente (Punk in drublic), Pekolejo (Beat the Bastards), Red Sonja de Irkania (Damaged), Fermín Solís (Rocket to Russia), Marcos Polo (Lust for live), Ángel Álvarez de Sotomayor (Never mind the bollocks), Carlos González (Damned, damned, damned), Paco Macgregor (London calling), Robbie Ramone (Walk among us), Ricardo Estecha (El acto), Jaiku (Suffer), Jesús Brea (Americana) y Julio Apt (Peace and love). G. Guerra