La segunda jornada del Womad superó ayer todas las expectativas y puso patas arriba el casco histórico con una de las afluencias más multitudinarias que se recuerdan al festival de las músicas del mundo. Al cierre de esta edición, los sonidos de los artistas seguían llenando de ambiente y espectadores las plazas Mayor y de San Jorge, a pesar de que llovió por la tarde para refrescar escenarios y rebajar el calor de los primeros conciertos.

Al igual que sucedió en la noche del jueves, el público se echó a la plaza Mayor para disfrutar, por encima de todo, de un recinto más cómodo e idóneo tras su reforma para grandes eventos como este Womad. Y lo agradeció porque, hasta que no empezó a llover poco antes de las ocho, pudo moverse de escenario en escenario. A las diez de la noche era ya imposible entrar en San Jorge y la plaza aparecía cubierta en más de tres cuartos, mientras seguían llegando más personas. Hasta esa hora, las asistencias solo habían atendido a un espectador por una brecha.

Como hizo la extremeña Felisa Vega en el estreno, ayer también le tocó a la representación extremeña abrir los conciertos, esta vez en San Jorge, a tope de espectadores para escuchar a Barrunto Bellota Band, exquisitos en sus composiciones inspiradas en la tradición europea mezclada con otras músicas como la judía. De nuevo, demostraron que la cantera regional pica alto.

Les siguieron Skalabraos en la plaza Mayor, banda que hizo botar al público a ritmo de ska, uniformados de amarillo, con trompetas y guitarras para un perfil más juvenil. Terminaron su actuación mientras caía ese chaparrón pasajero que obligó a instalar toldos en San Jorge para que pudieran comenzar a tocar los galeses 9bach, folk renovado que dio paso a los ritmos del Congo a cargo de Baloji en el escenario principal.

Ya había anochecido y solo hacía falta darse un paseo para comprobar que los 20 años del festival se estaban viviendo a lo grande. Era la prueba de una jornada como las de siempre.