Womad es color. No hay otra palabra que mejor lo defina. Es de todos los colores, es un festival en el todos tienen cabida. Y estos días la capital cacereña debería estar llena de ellos. A estas horas debería respirar ya el gentío en la plaza Mayor, entre ese bullicio alegre, armónico y contagioso, que acompaña cada año a la música del escenario principal. Las calles del casco histórico deberían haberse sustituido por laberintos humanos que, tranquilos, pasean entre los conciertos de San Jorge y Santa María, a gusto del espectador. Deberían resonar las percusiones, las guirnaldas al viento. Y el paseo de Cánovas tendría que saber y oler a culturas, a otras que se antojan lejanas pero que siempre están más cerca cuando llegan estas fechas.

En mayo la ciudad en calma se tiñe de color y de ecos que atraen a cientos. Este año, en mayo Cáceres respira silencio. Ni bullicio en la plaza, ni marañas en las calles de piedra, ni olores, ni sabores, ni sonidos que viajan. Silencio. La cita musical, uno de los emblemas culturales de Extremadura a nivel internacional, calla por primera vez en 29 años a causa de la pandemia. El festival del planeta, el que recorre el mundo en tres días, tenía que haber dado comienzo este jueves y finalmente no ha podido subir el telón. Ya lo anunció ya el consorcio Gran Teatro unas semanas antes, que también descartó aplazarlo a octubre, tal y como se planteaba, para no entorpecer a las citas que se celebran en ese mes. Pero no ha sido hasta la fecha señalada cuando la ciudad y la organización se hacían eco al unísono. «Hoy es el día en el que tendríamos que estar celebrando un nuevo encuentro de música y culturas en los maravillosos rincones de Cáceres. La edición del 2020 no va a tener lugar, pero sentimos muy cerca a los cacereños y cacereñas y sabemos que volveremos pronto a disfrutar de esos momentos que nos unen y nos hacen más felices», rezaba el texto que dedicó el festival, acompañado de un vídeo con fotografías de ediciones anteriores. En los mismos términos se expresó a este diario la directora del festival en España desde hace veinte años, Dania Dévora. Aunque con el optimismo por bandera, no oculta su lamento. «Es una situación atípica, llevamos 52 días de confinamiento, y yo, que siempre llevo en la agenda en mi cabeza que durante 15 días de mayo Cáceres es mi ciudad, lo he vivido con un sentimiento de casi dolor, pero también tengo un sentimiento de acercamiento con la ciudad, lo importante es que esto pase y después podamos disfrutar del festival».

Cabe recordar que la cita se ha celebrado en la ciudad de manera ininterrumpida en la ciudad desde 1992. Desde entonces, el festival impulsado por Peter Gabriel ha festejado la diversidad y la cultura con cada vez más afluencia. Tanto es así que en 1998 superó los 100.000 asistentes y el ayuntamiento decidió trasladarlo al ferial por quejas .Fue entre 2004 y 2008 cuando vivió su época más convulsa en la que casi desapareció, pero finalmente Cáceres se posicionó a favor de Womad y desde 2009 ha mantenido continuidad en cartel y público. El pasado año recibió a más de 150.000 visitantes, una cifra ‘récord’. Al respecto, Dévora subraya la vinculación de la ciudad con el festival. «Uno de los valores del festival es que ha prevalecido porque los ciudadanos, pese a situaciones de controversia, lo han querido, percibimos ese lazo entre Cáceres y Womad».

El futuro del festival

Cierto es que en 2020 no ha podido sortear la pandemia, pero la directora se muestra tranquila sobre su continuidad. Precisamente, este año, antes de que se iniciara la crisis sanitaria, la organización negociaba el contrato para los próximos años. «No tenemos ningún dato que nos diga lo contrario, la comunicación con el consorcio es continua, lo cierto es que ahora hay una prioridad y los procesos tendrán que ser los que son, hoy era un día importante en el que íbamos a compartir mucho y tenemos la esperanza de que nos volvamos a encontrar nuevamente, hasta ahora estábamos trabajando con el horizonte de 2021 y con esa ilusión vamos a seguir». Así seguirá la organización y la ciudad que, entre la añoranza de estos días, espera salir del silencio y recuperar su encuentro con el color.