La inquietud se respiraba en el ambiente. En el colegio Diocesano no iba a ser una jornada cualquiera de clases y las aulas acusaban el nerviosismo y la impaciencia. Los gritos de asombro en el patio al ver las ambulancias y los camiones de bomberos lo ponían de manifiesto. Todos esperaban al helicóptero. Como cada año, el centro de la avenida de la Universidad organiza la jornada de las emergencias y aúna en unos pocos metros a los profesionales que intervienen cuando hay algún incidente.

Algunos los tenían claro. Muchos saben ya que quieren ser bomberos como Beatriz que tiene siete años. «Yo quiero ser bombero», responde la alumna a la pregunta de este diario sobre su futura profesión. Como esta pequeña muchos lo tenían claro y otros decidieron ayer por unos meses cual será su vocación tras adivinar lo que esconden los vehículos de las ambulancias y los camiones de los servicios de extinción de incendios. ¡Tiene una sierra!, adivinaba otra de las alumnas mientras señalaba el material del que disponen los operarios para las funciones de rescate. Las policías, los futbolistas, los toreros y los peluqueras que tenían como aspiración los pequeños de los cursos de Primaria modelaron ayer tras ver aparecer los coloridos vehículos que aparcaron toda la mañana en el patio el colegio cacereño.

Impacientes rompían las filas de sus profesores a la primera para ser los primeros en montar en los camiones especializados y se apresuraban a colocarse lo más cerca posible de la explicación del responsable. Todos guardaban silencio, no querían perder ni un detalle. Preguntaban por cada el contenido de cada cajón e incluso alguno aprendió las claves de primeros auxilios con tan solo seis años.

Y si los alumnos estaban ayer satisfechos, los profesores no se quedan atrás. Coinciden en el «aprendizaje directo» como método para fomentar la inquietud de los alumnos. «Si estudiamos la dehesa, viajamos a la dehesa», asevera uno de los docentes. En ese sentido, el director de Infantil y Primaria, Alfonso Galán, incide en los beneficios que conlleva que los alumnos «salgan de la rutina lectiva» tan estricta con otras iniciativas como la de ayer. «Están ilusionados», concluye Galán sobre sus estudiantes. Y la ilusión es la clave para aprender.