En la ciudad feliz , el público es veleidoso y sólo acude en masa a ciertos espectáculos que aúnan lo cultural y lo social. Así ha sucedido también con el baloncesto, donde había cartas de recomendación para conseguir buenos sitios cuando la grada era el mejor lugar para ver, ser visto y ejercitar las relaciones públicas, pero en cuanto se convirtió sólo en un deporte, se perdieron 4.000 espectadores de un plumazo.

Ahora llega el Festival de Teatro Clásico, que es uno de los espectáculos que más complacen en la ciudad feliz porque las representaciones son al aire libre y en Cáceres, la capital de provincia española con más plazas de terraza por habitante, eso de ver cosas al aire libre siempre ha gustado mucho.

El despelote de ´La Fura´

Además, las obras no atentan contra el buen gusto ni suelen esconder sorpresas desagradables como pasó con el despelote de La Fura dels Baus , que echaba cada noche de la sala a dos docenas de espectadores. Por otro lado, se representan en la parte antigua y lo del marco incomparable también tiene su magia. Acudir al festival de teatro se asume como un acto cultural y social y en la ciudad feliz , cuando se unen estos dos conceptos, el éxito está asegurado.

No sucede lo mismo con la música clásica. En Cáceres se celebran tres tipos de conciertos. Están los de la Orquesta de Extremadura, que tienen mucha calidad, llegando a lo sublime, como ha sucedido este año con el número 2 para piano de Rachmaninoff o con la sinfonía Reforma de Mendelssohn. Pero el programa de abono de la Oex no ha logrado convertirse en un acto social y raramente reúne a más de 300 personas.

En el último concierto de esta temporada, celebrado el viernes, corría el rumor por el ambigú de que el año que viene quizás se traslade el programa completo al complejo San Francisco. El rumor levantó la indignación de algunos espectadores mayores a quienes no les resulta fácil bajar a San Francisco. Por su parte, los músicos y los melómanos se escandalizaban ante tal posibilidad pues la acústica de San Francisco, sin ser tan calamitosa como la del Auditorio, no tiene nada que ver con el estupendo sonido que te envuelve en el Gran Teatro. Los actos de la Asociación Musical Cacereña conjugan lo cualitativo y lo social. Sus conciertos en ese escenario tan poco acogedor del salón de actos de Caja Extremadura de la calle Clavellinas (¡que arreglen ya el Coliseum!) son un éxito de público y de ejecución.

Finalmente, tenemos conciertos que no tienen calidad, pero son un rutilante acto social, se llenan siempre hasta la bandera e incluso cuentan con la presencia del alcalde (la concejala de Cultura Cristina Leirachá sí sabe dónde está lo bueno y no falta al programa de la Oex), los grandes constructores y el gotha de las finanzas, la empresa, la milicia y la justicia.

Son, en fin, los conciertos navideños de las cajas de ahorro y de otras entidades. Traen con la mejor voluntad orquestas teóricamente rusas o ucranianas, pero un amigo pianista que sabe ruso me cuenta que la mayoría de los músicos son prejubilados del Teatro Monumental de Madrid en fase de bolos navideños. Incluso hay músicos figurantes que no tocan, sólo actúan para rellenar y cumplir el contrato, que estipula tantos profesores.

Me confesaba un conocido director de orquesta que estas formaciones se llaman de San Petersburgo aquí y del Bolshoi allá, pero son los mismos y dependen de un manager aragonés experto en formar sinfónicas con retales que recorren España de caja de ahorros en caja de ahorros tocando a la familia Strauss, no al gran Richard, claro, sino a los simpáticos Johann, padre e hijo.

Estos conciertos son gratuitos, aunque esta Navidad se celebró uno a 18 euros la entrada que fue un timo, aunque tenía el encanto de lo social y se cumplió la lógica de la ciudad feliz : la sala casi se llenó.