Cuatro chicas despistadas alrededor de un plano de Cáceres. Son las cuatro de la tarde y en el puente de san Francisco parece que han encendido el secador del pelo. Una flama caliente revolotea quemando las ansias. "Ya no podemos más". Las cuatro mujeres son turistas navarras. Están de paso camino de Mérida. Se han perdido. "Yo me tumbo sobre los azulejos, en el suelo de la cocina", expone Nagore su secreto para combatir el calor, pero a continuación demuestra que no está preparada para los subidones del termómetro. "Claro, si hace calor, abro las ventanas". La cultura del fresco y de la lluvia frente a la cultura del calor.

En el norte de España, cuando hace calor, se abren las ventanas y se suben las persianas. "Pero todo el mundo sabe que si calienta, hay que estar a oscuras", dice Feli, que baja en camisa a tirar la basura. "Hoy no hay basura, pero ya olía", se justifica. Feli es cacereña y aconseja a las navarras. "Si hace el calor de hoy, tenéis que poneros ropas claras, que reflejan el sol, cerrar todo y aguantar hasta la noche. Y si aprieta mucho, os bajáis a dormir al trastero".

UN POBLADO FANTASMA

Las chicas navarras desandan el camino y retornan a la parte antigua. "Pero id por Camino Llano, que no hay cuestas", aconseja Feli. Dura tarde de agosto en Cáceres. 40 grados a la sombra y turistas valientes por la calle. No hay tráfico, no hay gente, Cáceres parece un poblado fantasma, pero en la plaza y en el casco monumental bullen grupos de hombres en pantalón corto y parejas de novios a las que refrigera el amor.

Valentín y Vanesa se abrazan en la bandejina . Son de Jaén y aseguran estar acostumbrados a las siestas aplastantes. ¿Trucos jienenses para refrescarse además de besos y arrumacos? "Yo coloco ante el ventilador una bandeja de cubitos de hielo y es como si tuviera aire acondicionado", recomienda Valentín.

Cariño en la bandejina , hielo en la bandeja y agua de Jaso en el vaso. Son tres, son madrileñas, son monjas y se ríen mucho, pero no dan sus nombres. Caminan a la sombra en dirección a Santa María, se abanican con la guía Michelín y acceden a revelar la fórmula secreta del agua de Jaso que llevan en un termo.

"Jaso era un médico de la Paz que inventó esta bebida. Se hace mezclando un litro de agua con una pizca de bicarbonato, otra pizca de sal y un par de pastillas de sacarina. Bebiendo esto no te deshidratas nunca y dice la profesora de gimnasia del colegio que es como las bebidas que toman ahora los deportistas, pero mucho más barata", revelan las sores el misterio de su lozanía.

Las terrazas de la plaza tienen clientela de veraneantes. Un matrimonio con niña toma el postre en la del restaurante Cáceres. Dos tríos de turistas se sientan en El Pato. Dos chicas y un chico toman café en la terraza del Jara. No hay nadie más salvo la pareja de la bandejina y un señor calvo que sube hacia Pintores bajo los portales.

"Yo es que soy marroquí y no me afecta tanto el calor como a ustedes". El señor calvo ha venido de Rosalejo a visitar a unos parientes y duda sobre si dar su nombre. "Ponga que me llamo Alí". Pero a la hora de aconsejar, no titubea. "Ustedes creen que abriendo las ventanas y tomando cervezas frías se va el calor, pero no saben nada".

JARRAS HELADAS

Pasa una señora abanicándose camino del hogar de la tercera edad de la plaza Mayor y corrige a Alí. "Aquí sabemos muy bien que hay que cerrar las ventanas". No sucede lo mismo con lo de las bebidas frías. Una mirada al interior del bar El Puchero permite distinguir las jarras heladas aguardando la cerveza.

"En Marruecos tomamos té caliente con menta fresca y aunque nos queme en la boca, nos enfría por dentro. Las bebidas frías dan más calor. Las calientes, refrescan". Llega un Golf azul con dos franceses que buscan el hotel Iberia. Cargan maletas y resoplan asfixiados. "Lo peor de este calor es la noche. En Sevilla hemos estado en una pensión sin refrigeración y era imposible dormir. Nos duchábamos con agua fría y era mucho peor porque nos despejábamos". Se impone el consejo navarro: "Prueben a tumbarse sobre los azulejos de la cocina".