El práctico argentino que ha acompañado al buque Las Palmas a través del canal de Beagle desembarca sobre la marcha en un lanchón abarloado a estribor poco antes de llegar a mar abierto. Con su ayuda hemos ido sorteando las islas del mar interior mientras competíamos con ágiles focas y nos escoltaban pájaros invencibles.

Tras una navegación absolutamente placentera nos vamos a dormir pensando que quizás el desafiante trayecto hacia la Antártida tenga algo de magnificación o seamos mejores marinos de lo que suponemos. Sin embargo de madrugada la presión baja y baja y el barómetro indica lo peor. Una tremenda sacudida que tira por el suelo el equipaje, y hace saltar en las literas a las ocho personas que compartimos el camarote nos indica que hemos entrado en el Drake.

CONTRA EL MAREO

A esta bienvenida seguirán tres días de navegación de los que casi dos no hemos podido salir del camarote. El comandante veterinario Francisco García, Sir Francis , veterano de otras campañas e inmune al mareo se ocupa de traernos agua, manzanas y un poco de pan que nos van devolviendo el animo. Junto a mí yacen el cámara de TVE española Nacho París y el extremeño José Camacho, técnico en mantenimiento de bases antárticas quien, pese a ser su sexta campaña, se marea en todas y cada una las travesías del paso que separa el continente americano del antártico. La expedición cuenta también con otros dos extremeños, el investigador Manuel Barroso y el militar Antonio García.

Coincidiendo con lo que debería ser el amanecer del cuarto día de singladura, tenemos ya luz las veinticuatro horas. Hace tiempo que hemos rebasado el paralelo sesenta, y el intenso y seco frío junto con los icebergs nos recuerdan que ya estamos en la Antártida.

Atracamos en isla Livingstone donde se realizará una breve singladura para dejar a los científicos búlgaros y descargar algún material en la base Juan Carlos I.

Finalizadas las operaciones ponemos rumbo a Decepción, el final de nuestro viaje. Finalmente llegamos a una estrecha entrada que se conoce como los fuelles de Neptuno y el barco encara una gran bahía interior.

En una ladera próxima vemos los primeros pingüinos barbijos que se mueven cómicamente. Dos enormes focas Weddell, el mamífero más austral del planeta, permanecen tumbadas en la playa de piedras volcánicas. Un gran silencio lo domina todo.

El barco echa el ancla a quinientos metros frente a la base Gabriel de Castilla. Todo el personal de la base está esperándonos en la playa. Bajamos en las zodiac y empezamos con las labores de descarga.

La descarga o barqueo es una de las labores más duras que se realizan en la base. Investigadores y militares, hombres y mujeres descargan a mano el material que las zodiac van trayendo hasta lo mas cerca que pueden de la playa. Con grandes botas de agua se traslada penosamente por la pesada arena de la playa hasta los almacenes, en bultos que muchas veces superan los cien kilos.

Se termina el desembarco en la base y sin tiempo para recuperarnos, nos trasladamos hasta el destacamento de Balleneros donde se van a probar los iglúes y el material que podría utilizarse en próximas campañas. La cena que ha preparado el cocinero extremeño Antonio y la recepción oficial a los recién llegados, será a las nueve.