Quizás algunos no estéis de acuerdo con lo que voy a escribir, pero creo que es necesaria cierta puntualización.

En el deporte de alto nivel muchas veces se viaja al límite y no me refiero a temas como el dopaje o las trampas, sino al límite físico, en busca de grandes prestaciones, resultados, mejoras, muchas veces a costa de la propia salud de los deportistas que, en condiciones extremas, a pesar de su gran preparación, pueden tener problemas. Se me viene el primer ejemplo el pasado verano corriendo una maratón en Barcelona a casi 30 grados y con mucha humedad.

Este fin de semana nos hemos enterado que una atleta española, madrileña, Elena María Espeso, corrió la maratón e Hamburgo el pasado 22 de mayo, en busca de la mínima para el mundial de Daegu y para los Juegos Olímpicos de Londres. Acabó en una marca buena, quizás algo peor de lo que se esperaba de ella por sus resultados anteriores, sin embargo entró en meta con problemas de salud y ha estado varios días hospitalizada en Alemania ya que es una de las afectadas por la bacteria e-coli, la de los famosos pepinos, que está haciendo estragos en esa zona de Alemania y aún no se conoce el foco del contagio.

El deporte es caldo de cultivo ideal para este tipo de hazañas, pero debemos tener cuidado con el ejemplo que damos al resto de ciudadanos que se acercan a la práctica deportiva con otros objetivos de salud y no tanto de rendimiento, aunque estos puedan aparecer pero nunca prevalecer.

Ayer un seguidor en mi Twitter, corredor popular, valoraba la actuación de nuestra maratoniana como brillante y me decía que a él le había pasado lo mismo, que había estado malo por la noche, pero que se levantó el domingo y se fue a correr una carrera y claro, lo pasó muy mal y no acabó. Por supuesto, le contesté --quizás él esperaría otra respuesta--: la próxima vez quédate en casa y a recuperarse. Lo primero es la salud.