Me ha tocado escribir esta columna entre el día de la salud, si es que no os ha tocado algún pellizco de la lotería de Navidad, y el día de Nochebuena. Cuando la leáis estaré en casa, en Mérida, disfrutando junto a mi familia aunque por desgracia no podré disfrutar, como muchos años he hecho, del duro entrenamiento navideño ya que la pasada semana me lesioné y estoy en fase de recuperación.

Digo lo del duro entrenamiento navideño porque que a veces me gusta comparar nuestra dedicación al deporte como la de un directivo de una empresa. Muchos trabajadores, cuando terminan su jornada y se van a casa no se llevan el trabajo encima, se pueden tomar sus días de asuntos propios o sus bajas por enfermedad. Ya habrá alguien que realice su tarea o, en el peor de los casos, cuando vuelva, allí estará encima de la mesa y toca adelantar trabajo.

Sin embargo, para un atleta como yo, igual que para un directivo, no existen los días de asuntos propios, ni las bajas, salvo las graves, ni los festivos, siempre hay que estar al pie del cañón, entrenando todos los días, y además tu trabajo no lo puede hacer nadie por ti, si no entrenas tú, nadie te puede suplir, y si pierdes días de entrenamiento tampoco los vas a poder recuperar.

En estas fechas, hace falta un esfuerzo suplementario de voluntad para el deportista, en una época con muchos compromisos, cenas, quedadas con los amigos y familiares, comidas copiosas, y otros problemas porque si toca entrenar un día festivo y no están las instalaciones abiertas pues hay que buscarse la vida.

Este año todo será más tranquilo, aunque no estoy libre del todo. Tengo que hacer ejercicios y entrenamientos suaves para ir acelerando la recuperación y poder continuar, después de Navidades, con la preparación de esta temporada. Felices fiestas.