Aún resuenan los sonidos de las ambulancias, aún resuenan los ecos de la noticia. Este pasado domingo un chico de poco más de 30 años perdía la vida a finalizar la media maratón de Madrid, en esos momentos yo entrenaba por el mismo parque del Retiro después de disfrutar de la prueba como espectador ya que participó mi pareja, Amaya.

Este mismo viernes, dos días antes, durante la celebración de la Fiesta del Campo a Través en un restaurante madrileño, nos enteramos de la fatal noticia del fallecimiento de un chico sevillano de poco más de 16 años, campeón nacional en una prueba de medio fondo, tras un entrenamiento mientras charlaba con su entrenador y compañeros.

Son noticias que nos cortan el aliento, que rompen esa relación mental entre actividad física y salud de una forma tan radical que nos hace dudar.

El año pasado, una de las asignaturas del Master que cursaba en el INEF de Madrid, versaba sobre Corazón y Deporte. La muerte súbita muchas veces se puede detectar, un reconocimiento médico deportivo exhaustivo con su prueba de esfuerzo incluida. Sin embargo existen un número de dolencias cardíacas que no se detectan en dichas pruebas o que, para detectarse, justo se tienen que mostrar durante la prueba, como ejemplo los famosos casos de futbolistas como De la Red.

Esto me dice que nunca nos libraremos de la sombra de la muerte súbita en el deporte, pero matizar que dichos controles son necesarios y, quizás, para algunos deportes o actividades, imprescindibles. Y más aún aclarar la asociación entre deporte o actividad física y salud, más allá del concepto de longevidad, algo que nos puede confundir, orientándolo más hacia otros conceptos como la calidad de vida, la autonomía personal y la salud física y mental.