Mil historias se han escrito sobre la remozada pista de atletismo del velódromo cubierto Luis Puig de Valencia donde se disputaron los nacionales absolutos en pista cubierta y se disputará, dentro de dos semanas, el campeonato del mundo. Después del entrenamiento intenso que tocaba la mañana del sábado en Madrid me desplacé para disfrutar de estos nacionales en pista cubierta, como espectador.

Como tal, me gusta fijarme, no sólo en las marcas y resultados, sino en los atletas, sus caras, sus gestos en el calentamiento previo, en los intervalos entre salto y salto en los concursos. Para eso la pista cubierta es ideal ya que la cercanía a toda el área de competición hace que se pueda seguir con detalle prácticamente toda la competición, algo que en una gran pista al aire libre de 400m muchas veces no se consigue.

Siempre lo pienso, mil historias. A veces, con el fragor de la competición, uno no cae en la cuenta, está ensimismado en "su historia" y no da tiempo a levantar la cabeza y mirar más allá. Ahí, cuando te fijas en esos atletas, cada uno luchando por sus objetivos, es cuando se leen esas mil historias. Cada atleta tiene la suya, una historia de esfuerzo, de superación tras una lesión, de conseguir una marca, un resultado, una mejora.

El atletismo es bello en ese aspecto- puedes vivir la antítesis, en una misma prueba, de ver al primer clasificado llegar roto, cabizbajo, al finalizar por no haber logrado una marca mínima que le permitiría asistir a una competición más relevante y, a la vez, el último clasificado llegar a meta con los brazos en alto por haber pulverizado su marca. Los que sólo ven el triunfo absoluto, la victoria y la derrota, no lo apreciarán. Los que vean a las personas disfrutarán y se emocionarán con esas mil historias.

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