Durante la pasada campaña electoral, Donald Trump prometió reducir la influencia política de las instituciones financieras, acusó a los capos de los fondos de alto riesgo de “salirse con la suya” por pagar pocos impuestos y vinculó a sus rivales políticos con Goldman Sachs para presentarlos como títeres de la banca. “Wall Street nos ha causado tremendos problemas”, dijo en un mitin en Iowa. Pero aquella retórica populista no era más que palabrería, porque el nuevo presidente de Estados Unidos se ha rodeado de tiburones de Wall Street para dirigir el país y este viernes ha dado los primeros pasos para desmantelar la reforma aprobada tras la crisis financierapara prevenir los abusos que condujeron a la Gran Depresión.

Trump ha firmado dos decretos que llevaban tiempo reclamando la industria financiera y sus aliados republicanos en el Congreso. El primero encarga al Tesoro que reescriba las reglas de la ley Dodd-Frank, la reforma impulsada por la Administración Obama que se convirtió en ley en el 2010. Sin ser perfecta, esa legislación obligó a los bancos a aumentar sus reservas de capital, redujo los márgenes para que especulen con el dinero de sus clientes y reforzó los mecanismos de supervisión. “Queremos deshacer buena parte de Dodd-Frank porque, francamente, yo tengo muchos amigos que tenían buenos negocios, pero no pueden conseguir créditos”, dijo el presidente tras reunirse por la mañana con varios titanes empresariales. “No consiguen dinero porque los bancos no les prestan por las reglas y regulaciones de Dodd-Frank”.

EL PAPEL DE GOLDMAN SACHS

Su hostilidad hacia la reforma no es nueva. Trump ha dicho muchas veces que “es un desastre” y durante la campaña prometió desmantelarla con el argumento de que reduce los beneficios de la banca y, por lo tanto, su margen para conceder préstamos. Lo que no necesariamente se esperaba es que encargara a la misma industria a la que acusó de “robar a los trabajadores” de formular el nuevo marco regulatorio. “Encargar a Goldman Sachs que escriba las reglas de nuestra economía es una terrible idea”, dice a este diario la directora de Americans for Financial Reform, Lisa Donner. “Trump ha traicionado sus promesas de campaña”.

No es una exageración. Al frente de su Consejo de Asesores Económicos ha situado a Gary Cohn, quien fuera hasta hace unas semanas presidente de Goldman Sachs. Su secretario del Tesoro esSteve Mnuchin, quien trabajó durante 17 años para el “gigantesco calamar vampiro”, como se conoce al viejo banco de inversión, y se hizo todavía más rico comprando de saldo y con subvención estatal una de las empresas protagonistas del fraude de las hipotecas basura. Su estratega jefe en la Casa Blanca es Stephen Bannon, también exalumno de Goldman. Y como presidente de la Comisión del Mercado de Valores ha puesto a Jay Clayton, un abogado de fondos buitre, firmas de capital riesgo y bancos como... Goldman.

LOS PENSIONISTAS Y SUS ASESORES

Incluso en un país tan acostumbrado a ver a los barones de la banca en posiciones de gobierno, la apuesta de Trump tiene pocos precedentes. “En los últimos años se han mejorado los estándares para proteger al ciudadano, pero ahora tenemos un sistema dominado por Goldman que es increíblemente extremo”, dice Donner. Trump ni siquiera está cuidando la imagen. Esta mañana le han acompañado el consejero delegado de Blackstone, el mayor fondo buitre del mundo, que preside su consejo empresarial, y el capo de JP Morgan, Jamie Dimon, un banco que tuvo que pagar miles de millones en multas por sus abusos durante la crisis.

“No hay nadie mejor para hablarme de Dodd-Frank que Jamie”, ha dicho Trump refiriéndose a Dimon. Eso ha sido poco antes de que firmara los decretos, el segundo de los cuales ha congelado la implementación de una normativa que obliga a los asesores financieros de los pensionistas a priorizar los intereses de sus clientes sobre sus propios beneficios. Todo hace indicar que vuelve el capitalismo de casino. No en vano, ese fue el gran negocio de Trump hasta que muchos de sus casinos se declararon en bancarrota.