Celebrada en Carnaval pero muy distinta a cualquier otra por estos lares. Aquí, los disfraces son el blusón azul previo y posterior camisa blanca con vainicas, chaleco, pantalón y sombrero negros para ellos; y guardapiés, mandil, blusa, enaguas, pañuelo de mil colores, medias de ganchillo y zapatos bordados, además de abalorios, para ellas. Los trajes típicos regionales de toda la vida.

Un pueblo entero que destila enorme emoción y respeto por su tradición ha cumplido con ella desde bien temprano y, en algunos casos, sin acostarse. Cuatro intensos días en los que los rituales no han dejado de sucederse, desde que el domingo previo al sábado de Carnaval se llevara a cabo la procesión de ‘La Turra’, la cabeza del protagonista que, tras los vaivenes de los festejos, ha de ser ligeramente retocada para su óptima conservación.

A partir de la noche del sábado en la que fuera confeccionado secretamente por sus valerosos guardianes, tanto él como sus acompañantes no han descansado apenas en su afán de llevar a cabo y cumplir fielmente con todo lo que la tradición oral y las coplas manuscritas por sus representantes dejan constancia de los hechos acaecidos y la forma de llevarlos a cabo de manera fiel a como lo hicieran sus antepasados. Esta entrega absoluta a la fiesta tras tantos años, pasa factura a sus participantes que, también por edad, dan prueba de la necesidad de enseñar a las generaciones venideras, todo lo concerniente al más mínimo detalle, para mantener la tradición, dado que nada hay escrito acerca de ella y son muchos los rituales que contiene.

Múltiples batallas que librar le esperan al condenado por traición. ‘La judiá’, la Diana Floreada, la Sentencia, la Corrida de las Elecciones, hasta su último paseo, en el que la capitana porta la zarza rematada con los chorizos y las cintas de colores, símbolo de sus atributos masculinos, cuando es manteado y, por fin, quemado en el hoguerón.

Es hora de relevos. Finales y nuevos comienzos. Esta es la realidad del Peropalo un año más.

Peropaleros, Capitanes y partochos en general experimentan una dualidad de sensaciones divididos entre la alegría de celebrar su día grande y el final de esta peculiar Fiesta de Interés Turístico en Extremadura.

Despedidas como las de Francisco Rehoyo (Paco), visiblemente emocionado que, tras firmar compromiso con el más veterano de los peropaleros de escribir cada año, desde hace 31, las sentencias públicas sobre el malhechor, ha superado en uno los años acordados y entrega el testigo a sus protectores, por haber obtenido el privilegio de tan importante labor.

Y bienvenidas, como la de Francisco Javier Trejo, ‘Macillo’, que orgulloso por su cargo, a la vez que humilde, tomará el relevo al capitán saliente, José Luis Araújo, recogiendo la bandera que deberá custodiar hasta el Peropalo de 2019.