En Hinche, la Madrila y Beltrán se aprendía lo bueno y lo malo. A odiar y a querer. A ver la vida cruda y desnuda tal y como es». Así, generaciones y generaciones de lavanderas han construido la ciudad y su imaginario. Allí no solo se lavaba, se tejía el día a día. Los lavaderos se convirtieron en la única opción para que las mujeres de la época tuvieran una independencia. Eran fuentes sí, también fuente de ingresos y fuente de conocimiento.

Esa memoria popular quiso conmemorarse este viernes como cada año en Cáceres. Con la llegada del Carnaval, la capital cacereña volvió a celebrar una de las fiestas más singulares en Extremadura que sirven de preludio a la fiesta que se celebra antes de la Cuaresma. De nuevo, la Universidad Popular se encargó de recrear la tradición vecinal de la Quema del Pelele, conocido como el Febrero, como símbolo para despedir el frío y los malos augurios del invierno. Y este año lo ha hecho ante un aforo multitudinario con la presencia de casi un millar de escolares de varios centros escolares de la ciudad que se postulan como garantía de continuidad y relevo generacional de la fiesta.

Aunque la plaza Mayor fue epicentro de la celebración, ya arrancó a primer ahora de la mañana desde el Aula Popular de la Universidad Popular en Hernán Cortés. El Pelele principal elaborado por los propios usuarios partió a lomos de un Platero y flanqueado de una charanga y una comitiva de una treintena de personas, lavanderas y lavanderos, para recorrer las calles del corazón de la ciudad. Entre ellas, Isidora Marroyo, que participa desde hace diez años. «Es estupendo que se mantenga la tradición», relata.

Durante el itinerario, se repartieron coquillos, los dulces tradicionales característicos de la fiesta que más tarde también se repartieron en la carpa de la plaza para poner cierre a la fiesta. Fue el parque de Calvo Sotelo donde los colegios participantes se unieron al desfile hasta el punto central de la celebración. Fue a media mañana, a las 12 en punto, cuando el gran Febrero se unió a los pequeños títeres elaborados por los centros escolares. Tras la lectura del manifiesto por Julia Mangut en el que resonó aquello de «¡Vivan las lavanderas, viva el febrero!», ardieron los peleles. La quema transcurrió sin incidencias aunque la gran llama y el intenso humo generaron inquietud entre los asistentes cercanos y los pequeños de los colegios que se encontraban junto a las escaleras del ayuntamiento y que fueron retirados de forma inmediata.

En su intervención, el alcalde, Luis Salaya, quiso reconocer a las lavanderas por representar «el esfuerzo de las mujeres por sacar adelante a sus familias y trabajar durante todas las épocas del año». «No hay un ápice más de nobleza en los palacios de la Ciudad Monumental que en las casa de estas mujeres», puso de relieve. Salaya tuvo en su discurso también un recuerdo para los agricultores «que pelean estos días por tener unos precios dignos, y a los que desde el Ayuntamiento enviamos un mensaje de ánimo y apoyo». Agradeció al aula de la Tercera Edad de la Universidad Popular «por traer hasta aquí esta tradición y por pelearla y trabajarla cada año» y a Fernando Jiménez Berrocal «por mantener viva la memoria». También agradeció a los centros y «a todos los que han hecho posible que esta tradición llegue hasta aquí» y lanzó un mensaje a las nuevas generaciones para que la consoliden. «Igual que hoy las recibís, algún día os tocará enseñársela a vuestros hijos y nietos y ojalá algún día los niños y niñas que estáis aquí, podáis venir todos aquí con vuestros nietos», concluyó.