Reinos, regiones, países, urbes o aldeas con libros en su interior pueden surgir hombres y mujeres desencadenados, pensativos, con dudas.
De aquellas casas, en las que cada libro es una ausencia multiplicada por cien, saldrán por puertas y portales mujeres, hombres y descendientes de ideas prestadas, impuestas, heredadas, tozudas, simples, peligrosísimas también.
Aunque el peligro haya sido punitivo y letal para grandes escritores desde que el mundo se llama así porque han razonado y discernido las verdades del barquero, castigándoseles con la pena máxima, la contingencia continúa siendo, seguramente, la ignorancia.
El aroma de abril, autónomo, autárquico y auténtico.