En España hay 249.608 aforados. De ellos, 232.000, pertenecen a las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado. Unos 5.400 son jueces y 2.550 fiscales. Cinco pertenecen a la Familia Real y el resto, unos ¡10.000! , son políticos. Diez mil privilegiados por el arte de birlibirloque a los que sólo pueden juzgar sus tribunales superiores. Alemania, el Reino Unido y Estados Unidos (USA) no tienen ninguno. Portugal e Italia, uno cada uno, los presidentes de la república. Y Francia, sólo una veintena o menos: el presidente de la República, el primer ministro y sus ministros. Pero bueno, las comparaciones son odiosas, y no tiene mucho sentido equipararnos con esos países de los que no por desgracia sino por nuestra «mala cabeza» estamos a «años luz» en casi todo lo que a civismo se refiere.

Acabamos de comprobar cómo un futurible presidente del Gobierno (si los nueve de cada diez que trompan según Machado no reponen algunas neuronas de su neocórtex, cosa harto difícil), se ha librado de pasar a ser un cadáver político a seguir siendo un líder gracias a su aforamiento. Aún reconociendo el Alto Tribunal que su acusación era más que fundada. ¡Vivan los privilegios de los aforamientos! Y lo mismo le ocurrirá a otros tantos que han sido «pillados» con las manos en la masa. Sin, por supuesto, contar a los que ni siquiera se ha sido capaz de enjuiciar por ser quienes eran aún estando sus presuntos delitos a flor de piel. ¡Hala, aforados y a vivir!

Mientras, cada día que pasa se multiplican por miles los que bien podríamos llamar «aforahorcados». O si les resulta más cómodo, «afogados», «ahogados», «asfixiados», «asurados», etcétera. Son las víctimas de esos miles de neoliberales «privilegiados», los que han perdido parte (no toda aún) de lo que afirmó un tal Joseph Fletcher que es un ser humano: «Inteligencia mínima, autoconciencia, autocontrol, sentido del tiempo, sentido del futuro, sentido del pasado, capacidad para relacionarse con otros, preocupación y cuidado de los otros, comunicación, control de la existencia, curiosidad, cambio y capacidad para el cambio, equilibrio de razón y sentimientos, idiosincrasia y actividad del neocórtex». Y digo que son las víctimas porque los señores del capitalismo (aforados todos), los gobernantes funestos que tenemos que soportar, se han encargado de que sean ellos (incluso disminuidos) los que tengan que sostener este país gracias a que las rentas del trabajo cotizan más que las rentas de capital (¿cómo en la OCDE?). Gracias a que son los únicos que pagan impuestos (o, cuando menos, todos los impuestos), gracias a su IVA del consumo (a los pobres nos gusta mucho comprar), con la luz al 21% (los únicos de toda Europa que pagan ese porcentaje), gracias a esos contratos precarios que nuestra ministra extremeña se niega a reformar (¡valiente conquistadora!). Gracias, como no, a esos más de tres millones de funcionarios públicos, y a otros tantos millones «medio...» de autónomos que pagan a la seguridad social el triple, cuando no el cuádruple, que el resto de los de países de la UE y siguen tan tranquilos viéndolas venir, gracias a…, etcétera. Claro que, para mantener a casi medio millón de políticos, hace falta explotar a todo el que se ande con algún cuento que no le cuadre al gran capital que encabezan la señora Botín y compañía de los mártires del séptico Ibex-35 o Ibex-36 y sus compinches, que, sabido es, nunca sufren ahoguío de ningún tipo.