Con los brazos abiertos y gran gozo para los sentidos, recibimos estas escasas lluvias del ya bien entrado otoño que tanto se hacen de rogar. Hoy [por el martes] hemos amanecido en Cáceres con día lluvioso, estamos de enhorabuena por la llegada de este agua que buena falta hace al campo, a los embalses, al ganado y también a la atmósfera para que ésta se limpie y purifique.

Todo parece marchar sobre ruedas en esta mañana lluviosa y templada de otoño, aunque llueve, la lluvia tenue y la ausencia de frío invitan a coger el paraguas y salir a caminar bajo la lluvia para realizar algunas de las tareas cotidianas.

El paseo bajo la lluvia por las aceras de Cáceres con las hojas amarillentas y mojadas sobre el suelo se presenta en este día sino bucólicamente poético sí al menos medianamente optimista.

Nada hace presagiar la tragedia, nadie nos avisa, el verano y la eterna ausencia de lluvias han amostrencado nuestra memoria, ya no nos acordamos de las baldosas escupidoras, pero están ahí, siguen ahí al acecho, nadie ha puesto remedio en el largo y prolongado estío, y cuando la pisas, al igual que el animal ingenuo pisa el traicionero cepo, ¡¡zas!! te escupe su cochambrosa y sucia agua produciéndote un inesperado baño de aguas embarradas e impuras que con un poco de suerte sólo te llegará hasta las rodillas pero si la baldosa escupidora tiene ganas de presa, el agua puede llegarte hasta la cara.

Es en ese preciso momentos cuando te acuerdas de la señora alcaldesa de Cáceres, del señor concejal de Obras de dicho ayuntamiento y de la brigada de conservación de calles y aceras públicas.

Un verano más ha pasado y las baldosas escupidoras siguen en las calles del Nuevo Cáceres. ¿Hasta cuando tenemos que aguantar los vecinos estos baños indecentes que podrían solucionarse acometiendo el ayuntamiento unas obras relativamente sencillas y de muy poco presupuesto?