Es un dato que me ha llamado la atención. De manera ingrata. Y se trata de la entrada al supermercado, no diré cuál, portando una mochila. Y quien llevaba la mochila era mi hijo. Y el vigilante del súper quería impedirle entrar con mochila, según la norma de la casa. Pero resulta que había gente que entraba con grandes bolsas y otras personas que entraban con mochila. A mi hijo, que es una persona excelente, honrada, noble e inteligente, le dolió, más bien, le indignó esta negativa, que se le hacía, y no por primera vez, y quiso hablar con el encargado del supermercado, el cual accedió a ello, y mi hijo, muy acertadamente le hizo saber su descontento, por esa discriminación de dejar pasar a ciertas personas con grandes bolsas y mochilas, y a él no, y ya de forma reiterada. Y el encargado le dijo que eso era algo que se hacía de forma aleatoria. Y si esa forma aleatoria era una reiterada negativa, en días también «aleatorios», me parece a mí que no conocemos muy bien el significado de esa palabra. Yo que en un principio, no me había fijado en la discriminación de ese «permiso de admisión», quise esperar con la mochila, mientras mi hijo compraba. Pero mi hijo, me hizo ver, afortunadamente la realidad y entonces me di cuenta de esa lamentable, inadecuada y torpe medida.

Parece ser que el hecho de ser joven, da lugar a estas poco afortunadas secuencias. Así que desde aquí apunto este «dato», por llamarlo de alguna manera, para que se hagan las cosas de forma justa y equitativa. Como refiere el dicho: o todos moros o cristianos. He de decir, que tras la brillante exposición que mi hijo expresó con tan acertadas palabras, el encargado le pidió disculpas y le permitió pasar con su mochila, como era de ley.