Hay una curva en la carretera, entre Cuacos de Yuste y el cementerio alemán, que, ayer día 9 de mayo, acogió a unos corazones latiendo acompasados y expectantes. Ayer, la tribu de la dehesa encabezada por Zahínos, acampó detrás de una pancarta en medio de ninguna parte. Como siempre arrinconados. Como siempre dotados de una dignidad incorruptible.

Y no fuimos a una curva de Yuste a señalar que renunciamos al progreso. Ni mucho menos. Ojalá en nuestra tierra se asentaran empresas que dieran trabajo a los jóvenes que nos abandonan cada año. Ojalá nuestros pueblos no se vaciaran. Y ojalá el gobierno supiera que existimos.

Fuimos a rogarle a usted, majestad, a ese lugar histórico, que nos escuche. Que nos vea. Nuestra causa no es baladí.

Nos apostamos allí, como cigüeñas en una torre, a esperar a que usted, majestad, con su comitiva, pasara a nuestro lado cuando se dirigía al monasterio de Yuste a entregar los premios Carlos V. Con la esperanza de que al ver una mancha blanca y amarilla dentro del verde, pregunte al gobierno de Extremadura qué nos pasa. Y le diJeran que somos los zahineros lunáticos que protestamos por recursos resueltos y causas imaginadas. Y no habrá nadie que le explique, majestad, que estas bellas tierras que acogieron al emperador Carlos V para «bien morir»; que estos bosques, que estos montes, que estos valles, tienen los días contados. Porque hay planeando sobre Extremadura 236 proyectos de investigación de minería a cielo abierto. La tierra del «bien morir», plácida, tostada y limpia, transformada en un vertedero del infierno donde la vida no se muere; la matan. Y seguro que usted, majestad, igual que el resto de España, no sabe nada.

Nosotros somos del suroeste, majestad, y vivimos de los bosques. Nuestra tierra es ruda. Nuestros trabajos, los más fatigosos del campo. Pero guardamos la herencia que con tantos sacrificios nos dejaron los abuelos. Y, ahora, la esperanza de futuro que nos da el gobierno de Extremadura es la reapertura de una antigua mina de uranio. A cielo abierto. Ese es el cruel destino para una comarca rica en recursos naturales como la nuestra. Esa es la sentencia de muerte que no nos deja dormir.

Majestad, ojalá nos ayude.

Queremos existir.