LO QUE SE DICE Y SE HACE

Incoherentes

Pedro Serrano // Valladolid

Ponemos la calefacción y el aire acondicionado a todo trapo y luego celebramos la hora del planeta apagando la luz un ratito; corremos veinte kilómetros diarios y luego cogemos el coche para ir a hacer pipí; nos preocupa enormemente la corrupción, pero una y otra vez votamos al partido mas corrupto; condenamos el fraude fiscal, pero cuando nos preguntan: «¿Con o sin IVA?» invariablemente optamos por el sin; y, en Europa, nos lamentamos amargamente del trato dispensado a los refugiados, pero a continuación aceptamos, sin rubor, el premio Princesa de Asturias de la Concordia concedido a la Unión Europea a pesar de la ladina subcontratación a Turquía del problema de los refugiados. ¿Somos o no somos ilógicos?

No hay actitud que provoque mayor decepción que la incoherencia entre lo que se dice y lo que luego se hace.

ESPAÑA Y CATALUÑA

Los odios

Javier Moreno // Londres

Sigo estupefacto la espiral de odio que se sucede en España y Cataluña. Shakespeare decía que «si las masas pueden amar sin saber por qué, también pueden odiar sin ningún fundamento». Para mí, el odio se alimenta de frustraciones e inseguridades. También del miedo, traumas pasados y heridas mal cicatrizadas. La historia reciente de España tiene mucho de esto último, que por intereses políticos no se ha querido resolver del todo.

Así se enfrentan ahora en España dos proyectos que parecen antagónicos, pero que no lo son tanto (aunque se empeñen en llamar a uno nacionalismo bueno y al otro, malo) y ambos con argumentos razonables.

Uno, la indivisibilidad del Estado, en base a una Constitución cuya inmutabilidad es cuestionable. Con estas bases, el Gobierno ha reprimido torpemente el referéndum del 1-O, y ahora, con el aparato judicial a su favor, tiene presos políticos.

El otro ansía tomar las riendas absolutas de su historia y futuro, y en una huida hacia adelante no ha visto otra opción que romper con las reglas para hacerse escuchar, después de un Estatuto injustamente recortado y la negativa de los grandes partidos a pactar un referéndum.

Guste o no, el independentismo ha plantado cara a los vestigios de la España rancia y corrupta del posfranquismo, a la que entre todos deberíamos dar manotazo de una vez por todas, y no puedo más que admirar la pacífica actitud de cientos de miles de catalanes, así como otros muchos españoles que respetuosamente participan en esta crisis.