EL ALENTEJO

Pacíficas piedras

Francisca Ruano // Cáceres

Ni irritables, ni impacientes, ni bélicas son las calles, cuestas, calzadas, rúas, travesías en el Alentejo. De Marvão, a 800 metros de altura, Vila Viçosa, Arraiolos, Beja... a sus cientos de nombres añadidos han trasladado a autóctonos y extranjeros, verano sí y también, entre azules fachadas, canciones de segadores, buganvillas fucsias, gallos cantantes, motocarros de fruta en los arcenes, aroma de canela. Así como bandadas de sueños secretos en las alas de sus pájaros atravesando aldeas y ciudades, en tanto los autocares, aviones y coches de alta gama --todos llenos-- sienten, habrán sentido y sentirán cuando vuelvan a pisar las pacíficas piedras portuguesas, el embeleso ante tan elemental y épica educación, encanto y estelas ensimismadas de encantamiento.

Los daños

La tormenta

Pedro Serrano // Antoñán del Valle (León)

El sol no salió a la hora prevista por el horizonte. Negras y amenazadoras nubes lo impedían. De pronto, relámpagos zigzagueantes comenzaron a recorrer el cielo con su fulgurante luz. Algunos rayos parecían raíces de luz deseosas de descargar su torrente energético en la tierra. Segundos más tarde, llegaban las explosiones de los rayos en forma de truenos con un retumbo sobrecogedor. A este espectáculo natural de luz y sonido, no tardaron en sumarse el agua y el hielo cuando las nubes abrieron las compuertas sin control ni medida y la lluvia y el granizo lo anegaron todo. La tierra temblaba y la bóveda celeste parecía tambalearse. Ningún lugar se antojaba seguro para protegerse. ¡Se siente uno tan pequeño ante tamaña potencia destructora! Al fin, ¿qué somos los humanos comparados con la fuerza de la naturaleza y la grandeza y complejidad del universo? Ahora, a los que trabajamos la tierra con nuestros cuerpos doloridos y ajados, solo nos queda evaluar los daños y seguir mirando al cielo, unas veces para alabarlo y, otras, para maldecirlo. Al fin y al cabo, ese cielo caprichoso es quien todo nos lo da y todo nos lo quita.

ATENTOS AL COCHE

La prohibición mata

Jose Manuel Sanchez Blanco // Sevilla

Deberíamos concienciarnos para no conducir bajo los efectos del teléfono móvil, ni tampoco bajo los efectos del alcohol y las drogas. Y no correr, por favor, para «llegar a comer» o para que nos dé tiempo «a ir a la playa». Conductores: no corramos, no bebamos, no nos droguemos... y que el teléfono móvil no nos deje en riesgo de accidente.