SOCIEDAD

El poder de los actos cotidianos

Paola Durán // Sant Boi de Llobregat

En estos tiempos extraños donde cada vez se oyen montones de incongruencias difíciles de explicar, de entender, de asumir, donde parece que nuestra brújula emocional ha perdido el norte, encuentro una frase poderosa, con muchísima fuerza y que considero que tendría que convertirse en un eslogan en estos tiempos, para todos nosotros, ciudadanos de a pie, que construimos a diario realidades que no reflejan ninguno de nuestros representantes políticos. La frase es más que conocida en internet; aquí descubrí mi poca originalidad al detectarla, pero aun así no quise rendirme a la hora de querer compartirla. Es de la película El Hobbit, en la que el mago Gandalf contesta a la pregunta de por qué llevar a un mediano a una misión complicada. Su respuesta es la siguiente: «Son los detalles cotidianos, los gestos de la gente corriente, los actos sencillos de amor los que mantienen a raya la oscuridad».

Ahora, más que nunca, cuando la gente parece haber olvidado la historia, es necesario empoderarnos con nuestras acciones, con nuestras rutinas que, día a día, construyen nuestras realidades. Los buenos días a la gente que nos atiende, la empatía, la mirada al otro que, pese a que está a años luz de nuestra realidad, nunca sabemos cuándo podemos estar en el otro lado, el seguir cediendo la silla del autobús, el ayudar a una embarazada... Tantos gestos que pueden provocar, tal y como dice Gandalf, mantener a raya la oscuridad que intenta apoderarse de nuestra sociedad y que parece empeñada en dividirnos, en enfrentarnos, en mantenernos en conflicto. Ahora más que nunca, seamos nosotros mismos, dejemos de oír discursos vanos y vagos y comencemos a construir este mundo, nuestra realidad desde nuestros pequeños actos, cotidianos pero poderosos.

EDUCACIÓN

Límites a la tecnología

Ana Atencia // Viladecans

Últimamente no paro de oír noticias sobre un nuevo sistema educativo que utiliza la tecnología. Niños de 6 y 7 años con tabletas electrónicas en clase. Empezando y acabando el día con un dispositivo tecnológico en sus manos. Tengo 19 años. He crecido en plena era tecnológica y no por ello estoy de acuerdo con que ya no se impartan clases como se hacía tradicionalmente.

Considero que se han de poner límites a la utilización de las nuevas tecnologías: no podemos permitir que un niño deje de llorar solo si le dejamos utilizar el móvil, así como tampoco podemos pretender que se aprenda a sumar, restar o estructurar una frase con el ordenador. Estas tecnologías pueden ser herramientas que ayuden en el aprendizaje, pero nunca deben sustituir a los libros. ¿Estamos seguros de que queremos que nuestros hijos dependan para todo de la tecnología?