ACCESIBILIDAD

En la vida de los hijos

Ignacio Osorio // Asociación PREDIF. Madrid

Pedro tenía 15 años cuando una tarde de verano se lanzó a la piscina y emergió con una tetraplejia que le cambiaría la vida. Sí, fueron muchos los aspectos en los que se vio obligado a cambiar, tanto de sus rutinas cotidianas como de sus relaciones funcionales y sociales. Pero lo que más le dolió fueron los cambios que tuvo que acometer por causas ajenas a él. Su colegio tenía interminables escalinatas para acceder a las aulas, para llegar al gimnasio y a la sala de música… ¡ni siquiera podía salir al patio! Con toda su rabia cambió de centro escolar. Por suerte, en su ciudad había un instituto al que podría acceder sin problemas y llegar hasta la mayoría de los espacios. Otra cosa fueron las actividades de las tardes: tuvo que dejar las clases de inglés y de pintura, ahí no encontró otras opciones. «Bueno, tendré más tiempo para ver la televisión», pensó.

Han pasado muchos años y la vida le ha sonreído, Pedro tiene un buen trabajo, muchos amigos y sobre todo una familia formada junto a su mujer, con la que ha tenido dos hijas. Hace 25 años la sociedad no puso las soluciones adecuadas y le dejó fuera de muchos ámbitos de la vida. Ahora, cuando él se creía incluido, la historia se repite: se le niega su derecho a participar en la vida de sus hijas. No ha podido jugar con ellas ni cuidarlas en el parque infantil, no puede ir a las reuniones de padres en el colegio, y los fines de semana, cuando las lleva al partido de fútbol, se baja del coche sin saber si ese día, en ese polideportivo, podrá disfrutar viéndolas jugar.

INFANCIA

Canciones felices

Iván Prados // Gavá (Barcelona)

Escuchar una canción que te emocionó en la infancia activa en el organismo una serie de mecanismos que provocan felicidad y nostalgia. Durante la infancia es muy probable que tuvieras una serie animada favorita antecedida por una canción que aumentaba tus ganas de verla. Y si escuchas ahora el principio de alguna de esas canciones, por ejemplo de Heidi, Oliver y Benji, Doraemon o incluso Bajo el Mar (que no corresponde a un programa pero que es igual de pegadiza y provoca el mismo recuerdo que las anteriores) las sigas cantando sin darte cuenta, sorprendiéndote a ti mismo que aún recuerdes la letra y el ritmo. Bien, pues se ha demostrado que escuchar una de esas canciones al menos una vez por semana es beneficioso para ti, para aliviar la ansiedad, al rodearte de una profunda nostalgia y felicidad. Dicho así, la nostalgia casi parece un hábito saludable, pero la experiencia es sin duda positiva para el estado de ánimo, ya que estas canciones conseguirán sacarte una sonrisa.