SOCIEDAD

Hay que entenderse en vida

Carlos J. Ciudad

Bioquímico

El 1 de noviembre, día de Todos los Santos, sentí la necesidad de visitar a mi hermano y a mis padres, que descansan en el cementerio de Montjuïc mirando al mar Mediterráneo. Además de la visita de amor, pude ver y leer muchas lápidas y contrastar la gran diversidad cultural de todas las personas que yacen en esta montaña, entre el puerto y la ciudad. Sentí en la brisa un clamor que transmitía a los que aún estamos vivos que uno de los valores más importantes de la humanidad es ayudarnos, hablarnos, compenetrarnos, luchar para mejorar la convivencia y resolver los problemas cada vez más complejos del planeta que nos sustenta y que estamos destruyendo.

Inexorablemente, por mucho que retrasemos los procesos bioquímicos, llegaremos a ese momento de desgaste final, pero mientras podamos respirar la atmósfera y sentir esa brisa, la energía debería direccionarse al entendimiento, el diálogo, llegar a consensos y disfrutar de este proceso entre el nacimiento y la muerte que se llama vida.

Me parece que no hace falta que especifique más, porque si la energía se invierte en estimular diferencias y confrontaciones, solamente se consigue alimentar y amplificar ciclos fútiles. Buscando en lo más profundo de todos nosotros, con toda seguridad podemos llegar a acuerdos en todos los sentidos.

Nos lo debemos a nosotros mismos y a nuestra descendencia. Cuando vengan a visitarnos nos lo agradecerán.

MASCOTAS

«Quiero a mi perro»

Joaquim Gil

Barcelona

Fai es un perro singular. Es un pastor alemán de 12 años, de unos 45 kilos, con una particularidad: tiene atrofiadas las patas traseras y las soporta con una silla de dos grandes ruedas que le permiten moverse con facilidad. Cuidar a un perro tan grande de estas características no debe ser nada fácil, pero al comentario, Olga, su propietaria, me responde: «Lo quiero a mi lado y él lo sabe y me necesita. Sé que me afecta física y emocionalmente, pero no me quiero dar por vencida. Y como tengo una pareja que me ayuda y me comprende, puedo cuidar a Fai y darle todo el cariño que podemos. A pesar de las dificultades que ello comporta». Y añade: «Lo quiero, lo queremos mucho, y aunque sea arrastrándose por casa sin la ayuda de sus ruedas, nos importa su compañía». Valoro este comportamiento y valentía. ¿Por qué algunos queremos tanto a los perros?