Cartas al director
25/11/2019
SANIDAD
La enfermedad de nevus
Elena Barroso Muñoz
Plasencia
Desde hace un tiempo nos invade la necesidad de compartir con todos/as una de las peores vivencias de nuestra vida con cuatro objetivos fundamentales: invitar a la reflexión; criticar constructivamente; informar; y apoyar a padres/madres en la misma situación.
Pues bien, hace tiempo tuvimos un bebé afectado por nevus en el Hospital Virgen del Puerto de Plasencia. Nos negaron la derivación urgente a dermatología, a pesar de pedírselo encarecidamente a tres pediatras diferentes. Aquellos días nos acompañaron la angustia, la preocupación, la inquietud, la ansiedad, la desinformación, la indignación, la debilidad y la impotencia.
Tras el alta médica comenzó la fase de búsqueda de información acerca de la malformación de la piel que sufría nuestro bebé. La información que recabamos fue gracias a Asonevus, Asociación Española del Nevus (link: http://www.asonevus.org/).
Decidimos acudir a la consulta privada en el Hospital Universitario Quirónsalud Madrid de uno de los mayores expertos en nevus faciales. Juan Carlos López Gutiérrez es especialista en Cirugía Pediátrica y Cirugía Reconstructiva Infantil, responsable de la Unidad de Anomalías Vasculares Congénitas en el Hospital de La Paz (Madrid).
La solución fue esperar a que nuestro bebé cumpliera como mínimo los 6 meses de vida para alcanzar el peso deseado, evitar problemas mayores derivados de la anestesia y poder someterse a dos intervenciones para extirpar el nevus a través de la técnica de los expansores. Todo esto se podría haber evitado con una simple intervención al neonato.
Aprovechamos la ocasión para destacar la profesionalidad, la atención y el trato recibidos por parte de las siguientes personas: Dr. Juan Carlos López Gutiérrez; Dr. Jesús García Dorado (dermatólogo en Salamanca); Dr. Fernando DeManueles Marcos (dermatólogo en Plasencia, Cáceres y Salamanca); y Ana Castillo (psicóloga en Plasencia). A todos ellos, gracias.
EN NUEVA YORK
Contigo
Alba Morillo Moruno
Azuaga
Déjame decirte que hay ciudades que nunca duermen y yo en cambio, quiero despertar en ellas. Pero, contigo. Y no sé, tal vez he gastado demasiados amaneceres buscándote. He empañado miles de canciones intentando descifrar tu nombre. Y hasta he dejado miles de cafés enfriándose en aquel bar donde tu sonrisa aún sigue incrustada en la barra. Mentiría si te dijera que nunca me dejo inundar por ese caos que recorre la avenida donde te vi por primera vez. De hecho, aún te recuerdo. Tu voz. Y ese tráfico de sílabas destruidas por el viento pero que continúan resonando en mi cabeza. Segundos que me hechizaban pero que iban perdiendo su magia cuando doblaste aquella esquina. Lo sé, de aquí pudo salir la mejor historia pero esa chispa se esfumó. Y sí, fuimos simples marionetas de un destino incoherente. No sé de qué modo acabamos atados al futuro. Por ello, vamos a suponer que nuestros caminos terminaron en aquella bifurcación. Y aunque no viajamos a la ciudad que nunca duerme, mis sueños siempre se quedaron allí. En Nueva York. Contigo.
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