Leemos un artículo que corre por las redes sociales: «Emiratos, líder antiCovid-19». Lo firma el periodista Javier Fernández Arribas. Toda la crónica es un canto a las bondades de los Emiratos Árabes Unidos: su liderazgo en ayuda humanitaria, el bien ganado respaldo político y militar de los Estados Unidos frente a los satánicos monstruos de Líbano, Irak, Irán o Yemen. Pero el columnista nada dice sobre el pisoteo continuo a los derechos humanos de estos Emiratos. Según Amnistía Internacional, tales Emiratos están implicados en crímenes de guerra en Yemen y en Libia. No existen libertades democráticas, se recluye arbitrariamente en cárceles y se tortura constantemente a personas críticas con el régimen. Los trabajadores extranjeros son sometidos al sistema de «kafala» (patrocinio), que los hace vulnerables a todo tipo de abusos y explotaciones laborales. Se siguen imponiendo condenas a muerte. No se permiten los partidos políticos ni los sindicatos. Las mujeres están discriminadas y son plato de segundo orden. Esta es la sintetizada radiografía sociopolítica del lugar donde ha buscado refugio el que llaman «Rey emérito» (todo un eufemismo para poder seguir chupando del momio), huyendo de la quema. Y para remate, el columnista afirma que «no se trata de una loa buenista y paniaguada, como la que hemos vivido en España con los sanitarios y los balcones». El propio articulista se retrata a sí mismo. Puro cinismo. No hay más que decir.