No se comprende por qué el madridismo se extraña de su reciente debacle futbolística. Tarde o temprano debía suceder. De hecho, ya debía haberse producido el año pasado, incluso en años anteriores.

Un club que únicamente se concentraba y esforzaba en los últimos años en una sola competición, la Champions League, y que despreciaba la competición más importante, la Liga, y la Copa del Rey, en las que hacía el ridículo, no podía sostenerse.

El Real de Madrid (como lo llama Cristóbal Soria) ha vivido durante unos años en una burbuja irreal y de un descarado favoritismo. Encima, hay ciertos simpatizantes que en lugar de estar avergonzados presumen de haber conseguido unas copas más que dudosas.

¿Recuerdan el tongo de la final de Lisboa en la que los árbitros perjudicaron al Atlético de Madrid? ¿Y el pasado año, que perjudicaron al Bayern y luego a la Juve y, por último, en la final, al Liverpool, cuando Sergio Ramos se cargó al jugador Salah, acción por la que debió ser expulsado?

Además, ya es casualidad que el Real Madrid se fuese clasificando cada año y que le tocasen los equipos más débiles, las cenicientas de los diferentes grupos. Blatter, Florentino…