Soy mujer. Somos mujeres pero, sobre todo, somos seres humanos. Esto no es una guerra o un conflicto armado donde el principal enemigo es el hombre. Por ello, prefiero definir este día como «la lucha de personas cuya única victoria será alcanzar la igualdad». ¿Os suena esa palabra? Sí, igualdad en derechos y deberes, en salarios, o en oportunidades... En definitiva, en la vida en general. Una vida que, por cierto, merece ser respetada y, para ello, debemos entender que «no es no», que las violaciones y muertes deben acabar sin importar tu sexo, religión o creencia. Que nadie se convierte en más fuerte sembrando el miedo. Quiero ser libre cuando, simplemente, salga a la calle o me vaya a otro continente, a la hora de decidir sobre mi cuerpo, mi ropa, mis aspiraciones y mis decisiones. Una mujer no es más mujer por seguir unos cánones, y ya no hablo sólo del físico, sino también de actitud. Hombres y mujeres debemos entender que todo lo que realicemos es por el simple hecho de gustarnos a nosotras mismas y no por impresionar a alguien. Nuestro sueño es convertirnos en presidentas, directoras de nuestras propias empresas, científicas, arquitectas o futbolistas. Me da igual qué ámbito elijamos, pero necesitamos ver cumplidos nuestros sueños sin que nadie nos ponga malas caras por aquello que hemos decidido, sin que en una entrevista de trabajo se contrate primero a un hombre por el hecho de pertenecer a ese sexo y sin que nos digan que ese puesto no es apto para mujeres.

Algunos años atrás, recuerdo cuando leí por primera vez acerca de Marie Curie, mujer que rompió todos los esquemas al convertirse en la primera persona que recibió el premio Nobel en diferentes especialidades: Física y Química. Su vida me impresionó pero, sobre todo, me hizo darme cuenta de la fortaleza que albergamos las mujeres, las ganas de luchar por conseguir esa igualdad, el poder convertirnos en jefas de nuestras propias vidas y alcanzar la cima orgullosas de lo que hemos conseguido.

Quiero que este texto vaya dedicado a todas las mujeres que perdieron la vida a manos de sus parejas, exparejas o monstruos que, sin siquiera conocer, se cruzaron en sus caminos. A todas las que luchan y alzan la voz por conseguir esa homogeneidad en todos los ámbitos de la vida pero hoy, sobre todo, a nivel laboral. A todas las que tienen miedo al volver a casa. A las que no dan explicaciones por su forma de vestir. A las que dijeron «basta» a las amenazas y a las que aún no lo han hecho por ese maldito miedo que las envuelve. A las que trabajan cada día más horas aún sabiendo que su sueldo es más bajo que el de los hombres. En conclusión, a todas vosotras, porque hoy somos más fuertes que nunca y queremos trabajar en nuestro propio futuro.