Hablas con gente todos te cuentan lo molesto que resulta el ruido de la lavadora del vecino, sus pisadas, su televisor, el ruido de los perros, los coches, los aviones, el vagón del metro, las sopladoras, el camión de la basura, el ascensor, el portazo de la puerta del portal, las obras en la vía pública... Vamos a comer a ciertos restaurantes y nos parece que el ruido es excesivo, nos molesta el ruido de los niños de los demás en el campo, en los parques, en la playa, el volumen del sonido en el cine... Hay campañas denunciando el ruido en los hospitales, ya que retrasa la recuperación de los pacientes. Campañas sobre el ruido en los colegios, ya que provoca estrés a profesores y resulta perjudicial para los alumnos. Se nos alerta sobre el riesgo del uso de auriculares para la audición, y se nos protege del ruido en el trabajo. Somos conscientes de que el descanso es fundamental para la salud, para el aprendizaje y para la realización de tareas. Y, también, de que el ruido puede producir estrés y ansiedad, entorpece las comunicaciones, impide la concentración o altera el sueño. ¿Cómo salvar la barrera de la indiferencia?