A decir de la demoscopia los españoles nos queremos muy poco, al contrario de lo que ocurre en otros lares. Sería difícil en tan poco espacio elucubrar sobre el asunto pero es cierto que tan interesadapropuesta ha calado en mucha parte de la ciudadanía.Pero nada más lejos de la realidad y para ello la pandemia ha puesto patas arriba muchos estereotipos de las sociedades de nuestro entorno.

Alemania, se dijo, hizo frente mejor que el resto los primeros embates de la misma, entre otras cosas, gracias a su pretendida disciplina. Pero después de la primera criba tanto autoridades como ciudadanos se confiaron y las sucesivas olas les han acabado pasando factura. No digamos ya de Suecia, todo un paradigma, que depositó casi de manera íntegra dicha responsabilidad en la ciudadanía y ni que decir tiene del fracaso.

España tiene muchos defectos pero, como ha demostrado la pandemia, no es tan diferente en ese aspecto. Otra cosa es su bagaje histórico de los últimos siglos que la alejó de muchos de sus vecinos europeos víctima de ese carácter caciquil de las élites, impidiendo su desarrollo al unísono con el resto. Además de los que mandan independientemente de su color político y menos aún de los que aspiran a ello, tal como estamos viendo en la que se decía mayor democracia del mundo. Pero esa, es otra historia.