El esperpéntico espectáculo protagonizado por Cristina Cifuentes en un Eroski es lo más lamentable y vergonzoso que hemos visto las últimas generaciones de jóvenes de la era de la posverdad y del business show. Seguramente, a muchos no les habrá sorprendido, pues vieron en un pasado no muy lejano las corruptelas tontas y los shows mediáticos de algunos políticos mafiosos que yendo de ilustrados robaban a más no poder. Después, los que somos de la era ególatra, empezamos a verle las patitas al lobo con el caso de las tarjetas black, donde se gastaban el dinero en lupanares, copas y bolígrafos Bic, pasando por los escándalos reales, las corruptelas de los dueños de Cataluña y para acabar, los titulines del rey Juan Carlos. Esto del Eroski supera todo lo demás y va más allá de que sustrajera -presuntamente- dos cremitas. Se trata de un caso de bajeza moral. Que una persona dé lecciones de honestidad para luego acabar así me da miedo. ¿Quién nos gobierna? ¿Son verdaderamente lo que transmiten en los medios o son reptiles cubiertos de una capa de delicadeza extrema que esconde lo peor de la persona? Lo que está claro es que la han traicionado, y esa cinta llevaba tiempo en la sobremesa de algún Anunnaki.