Mucho se está hablando estos días en la televisiones nacionales de la visita de la fragata española Juan Sebastián Elcano, buque insignia de la marina española al puerto de Guetaria con motivo de la celebración el próximo día 10 de agosto de la celebración del V centenario de la salida del puerto de Sevilla de cinco naves, para iniciar la búsqueda más corta de la «ruta de las especias», buscando como llegar al Maluco.

Cinco naves partieron de Sevilla con algo más de 300 hombres al mando del capitán Fernando de Magallanes a cargo de la nao Victoria.

Tres años después, el 6 de septiembre de 1522, llega a Sanlucar de Barrameda la nao Victoria al mando de Juan Sebastián, Elcano y 17 marinos más, cubriendo por primera vez la vuelta al mundo. El resto de aquellos más de trescientos embarcados en las naves, La Trinidad, La Concepción, La San Antonio, La Santiago, se han ido quedando por el camino entregando su vida y perdiéndose el reconocimiento de haber participado en un hecho glorioso de la historia de España, que abrió y facilitó la navegación alrededor del mundo para todos los países.

Bien es cierto que el artífice de esta epopeya fue el portugués españolizado, Fernando de Magallanes, muerto en Cebú el 27 de abril de 1521, atravesado por varias lanzas y flechas de los nativos. A partir de este hecho tomó el mando de la expedición Juan Sebastián Elcano, quien culminó la hazaña y se llevó todos los honores y la gloria.

La historia ha olvidado al resto de los marineros entre ellos al extremeño Fernando de Bustamante, barbero-cirujano de la expedición, nacido en Alcántara y residente desde muy niño en Mérida, quien tuvo una gran responsabilidad al cruzar el estrecho que lleva el nombre de Magallanes, pues en más de una ocasión tuvo que ir por delante de las naves en una chalupa junto a otros compañeros para indicar los escollos con los que se podían encontrar, así como, marcar el sitio más conveniente para el paso de los barcos. Dentro de su profesión es fácil entender que alguna vez tuviera que amputar algún miembro de alguno de los compañeros.

Yo no conocí de su existencia hasta llegar a la Universidad de los Mayores, gracias a la profesora Belén Bañas, que llevaba un tiempo investigando la vida de este extremeño. También gracias a ella conocí los Relatos de Antonio de Pigazetta un italiano que fue el cronista de la expedición, dando una reseña muy completa del viaje y de las penalidades sufridas en esos tres años que duró. Creo que Extremadura, Alcántara y Mérida debieran tener un reconocimiento para este extremeño en el V centenario de la culminación de la vuelta al mundo.