En estos momentos donde tantos españoles sufren por la muerte de seres queridos, soledad, pérdida de su puesto de trabajo o por el futuro incierto que se vislumbra, resulta que asistimos atónitos al espectáculo que nos ofrecen los políticos, hasta tal punto que a muchos nos da miedo asomarnos a los telediarios o leer los periódicos: promoción de leyes y actuaciones para volver a las dos Españas de la guerra civil, enfrentamientos en la gestión de la pandemia, en la educación, en las relaciones entre los políticos que no están dispuestos a mirar a la cara -con respeto- a los «otros» porque afirman que solo los que piensan como ellos son demócratas. Se ataca a los emprendedores que contribuyen a crear gran cantidad de puestos de trabajo y son la principal fuente de riqueza del país. Se intenta denigrar -desde el mismo gobierno- a la «forma política del Estado español» que es la Monarquía parlamentaria. ¿Dónde se ha visto esto?

¿Sería pedirles mucho que todos se comprometan a ganarse el sueldo que les pagamos por su trabajo?, trabajo que es empeñarse en resolver problemas uniendo a todos, cumpliendo y velando para que se cumpla la Constitución que es lo que une a los españoles, y eso empezando por el artículo número 1 de la misma que dice que «La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria».

Pero para eso hay que pasar la página del pasado que abrió la brecha de odio entre los españoles, cumplir las leyes vigentes, respetar la independencia de los demás poderes del Estado, tener las mismas prerrogativas que el resto de los ciudadanos, y respetar y defender a las instituciones del Estado.

Creo que los españoles estamos hartos de esos mesías que todos los días salen en el telediario señalándonos con el dedo, con cara destemplada, diciéndonos que no somos democráticos porque no pensamos como ellos. Son tan poco libres, que no serán nunca capaces de reconocer un error propio (por eso mienten) ni de reconocer una sola virtud de los que no piensan como ellos. Son unos sectarios.