El gran robo

Miguel Fdz-Palacios Gordon

Si algo ha demostrado este maldito virus es que, además de ser un consumado ladrón -nos ha arrebatado seres queridos-, es un mangante de momentos gratos compartidos con familiares y amigos, ratos íntimos concretos que se llevó a algún universo paralelo y no volverán: besos, abrazos, charlas, paseos, risas... Y entre las muchas vivencias que me ha birlado la covid-19, están las que debería haber experimentado junto a mi nieta que transita una preciosa edad que desdibujará las ruinas del tiempo. Odio el teléfono porque siempre he preferido el contacto vis a vis para poder mirar los ojos de mi interlocutor; pero reconozco su utilidad, y más aún en estos tiempos que nos permite acercarnos en la distancia con videoconferencias y verla todos los días. En pocas semanas, mi pequeña Emma cumplirá tres añitos. Su cerebro es una esponja que todo absorbe. En los dos meses de alejamiento, ha crecido mucho como personita. Está revelando su carácter, su genio. Construye frases infantiles que dejan entrever la intensidad de un pensamiento que comienza a labrarse. Anhela saber. Pregunta y espera la respuesta para repreguntar, y así, hasta el infinito. Me cuentan que ahora que ha podido salir a pasear, harta de estar con mayores, al cruzarse con otro niño mantiene un contacto visual estrecho, casi inquisidor y, con su dulce vocecita grita «¡hola!», ansiando entablar contacto social, parloteos y juegos. Pobre. Ya que el virus nos ha robado instantes irrecuperables, aprendamos a valorar lo que tenemos para tratar de rescatar mañana el tiempo que se malogró ayer.

VENCER AL CORONAVIRUS

De nosotros depende

Pedro Feal

Catedrático de Filosofía jubilado

Hasta ahora en España la lucha contra el coronavirus se ha realizado siguiendo una fórmula más bien drástica y autoritaria: el estado de alarma con confinamiento impuesto y generalizado. Pero motivos políticos y sobre todo económicos impiden la prolongación indefinida de esta situación, no habiendo pues otra alternativa que la de iniciar la así llamada «desescalada». Lo único que cabe, pues, es que a partir de ahora sea la ciudadanía quien asuma por sí misma, de un modo adulto y autónomo, la lucha contra la epidemia con sentido de la responsabilidad, no solo cumpliendo con las nuevas normas establecidas por el gobierno (franjas horarias, fases, etc.) sino siendo conscientes de que de todos y de cada uno dependerá el éxito en esta lucha evitando nuevos contagios con acciones tan sencillas como ponerse mascarilla al salir de casa, respetar la distancia de seguridad, lavarse bien y frecuentemente las manos con jabón, y en general, desechando conductas de riesgo innecesarias (como aglomeraciones, por ejemplo), sin bajar la guardia antes de tiempo ni cantar victoria hasta que se descubra el remedio definitivo: la vacuna.

España no puede permitirse un rebrote del coronavirus que obligaría a un nuevo confinamiento y que por tanto acabaría de hundir nuestra ya maltrecha economía. De nosotros, conciudadanos, del uso prudente y sensato que hagamos de nuestra recuperada libertad de movimientos, depende ahora que salgamos adelante o no.

REFORMA FISCAL

¿Quién va a pagar todo esto?

Jesús Sánchez Jaén

Alburquerque

En estos días se oyen muchos comentarios acerca de la deuda que va a contraer nuestro país al tener que mitigar los enormes problemas económicos que están sufriendo las personas que han quedado en paro, y las cuantiosas pérdidas ocasionadas en autónomos y pequeños empresarios al haber tenido que cerrar sus negocios. La pregunta que más se repite es: ¿quién va a pagar todo esto?

Para la mayoría de economistas independientes, sin embargo, la respuesta no resulta difícil. La solución estaría en una reforma fiscal que gravase las grandes fortunas, al menos en los niveles de los países nórdicos, y en rescatar la ingente bolsa de dinero que existe en paraísos fiscales.

El gobierno y el parlamento tienen la última palabra.