Una pareja de jóvenes gallegos se cuenta entre los asesinados en los salvajes atentados del domingo en Sri Lanka. Eran oriundos de poblaciones muy próximas entre sí (Rianxo y Pontecesures), pero habían quedado allí porque él se encontraba trabajando en India. Al igual que ellos, por desgracia, cualquiera de nosotros puede ser blanco del terror indiscriminado utilizado como instrumento de propaganda y de presión: para los fanáticos de una u otra causa, la vida de sus víctimas no vale nada más que como moneda de cambio, incumpliendo así el imperativo universal de la moralidad señalado por Kant: no trates a las personas nunca solo como un medio, que es exactamente lo que que hacen quienes utilizan la vida de seres humanos para hacerse oír o intentar cambiar gobiernos. También Albert Camus condenó toda forma de violencia política o ideológica que destruye a los mismos a los que pretende servir, oponiéndose a la maquiavélica justificación de los medios por el fin a alcanzar. No se puede conseguir el bien valiéndose del mal: «quien a hierro mata, a hierro morirá» y si se busca un mundo mejor hay que empezar por mejorar con nuestros actos éste en el que estamos, y no al contrario como sucede cada vez que se cometen masacres como la de Sri Lanka.