Vaya por delante que recelo de ese jinete que galopa a caballo reclamando la Reconquista y la salvación de España, y que sospecho de los aires de regeneración que promete un partido que precisamente donde gobernó se caracterizó por los recortes y las políticas de privatización del sector público, amén de un caso más que otro de corrupción aislada, como el propio Rajoy lo definía.

Mentiría si afirmo que no tengo claro como elector, que es lo que pretende el partido naranja, que al igual que Sabina reflejan perfectamente aquello de «como te digo una co que te digo la o». Pero pensar que los cuarenta años de socialismo en Andalucía han traído progreso y esperanzas a los andaluces, a la vista de las estadísticas y de la voluntad del pueblo andaluz en las urnas, como que no. Además concluir que quienes han ejercido su derecho al voto, los mastuerzos que se quedaron viendo la televisión no deberían de quejarse, están equivocados o que el gobierno formado en Andalucía, no es legítimo o es una vergüenza o simplemente protestar porque el partido del del caballo anuncie que está en contra de algunas leyes que no podrá modificar con una representación tan nimia, me parece antidemocrático. Siempre pensé que ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos y que los chiringuitos y las redes clientelares en todo gobierno que se perpetúe son como las meigas, haberlas hailas. Además tener por lema que quien no piensa como yo está equivocado, me parece además de reduccionista, peligroso. Un demócrata puede no estar de acuerdo con lo que alguien manifiesta pero debe de luchar por el derecho a pensar de manera distinta y a poder expresarlo libremente.

Cuando casi la mitad del electorado se queda cómodamente sentado en el sillón de casa no es lícito arengarlo para que salga a protestar por lo que no ha votado o por lo que otros votaron por ellos. Parece que por parte de algunos o algunas existe una resistencia a abandonar el poder y a vivir bajo las leyes que aprobaron. Este ejercicio de desgaste hará que nos polaricemos más, políticamente hablando y desde luego no aportará nada beneficioso a la convivencia democrática que tantos años hemos tardado en construir y que algunos desaprensivos están deseando demoler. Es mucho más fácil criticar a los que mandan que mandar a los que critican.