Sin duda alguna, estoy con aquellos que piensan que, con la globalización, el mundo consigue innumerables ventajas: prosperidad económica, más empleo, más variedad de productos, precios más bajos, derechos de las mujeres, etcétera. No obstante, la globalización también ha traído consigo un par de hechos negativos que lo están estropeando todo. Por un lado, la pérdida de la diversidad cultural y, por otro, el hecho de que las empresas de comunicación se unen en grandes grupos que deciden qué noticias se deben emitir y cómo deben manifestarse. El alcance de internet es tan brutal que, si a través de este medio se cuelan noticias falsas, miles de millones de móviles a lo largo y ancho del planeta las reciben y, por lo tanto, millones de seres humanos son engañados. Por eso, el idioma inglés, tan conciso a la hora de nombrar y resumir conceptos, ha exportado a todo el mundo la expresión fake news, es decir, noticias falsas. Se trata de noticias que carecen de veracidad y que se transmiten a través de las redes sociales y los medios de comunicación de la mayoría de países como si fuesen verdad, y que sirven para construir realidades artificiosas.

Todo ello constituye un verdadero drama que tendríamos que desmantelar con urgencia.