Cuando he leído biografías de personajes célebres de mentes brillantes en el campo de las ciencias, las artes y las letras, al comprobar que por accidentes o enfermedades incurables de su tiempo algunos de ellos murieron jóvenes; pensando en sus fructíferas vidas truncadas, no he podido evitar cierto coraje, pues cuánto más beneficio de interés general hubieran dado a la humanidad si no les sorprende la muerte todavía a edad temprana.

La Constitución Española aprobada por las Cortes el 31 de octubre de 1978, parece llevar el mismo camino. Cumple años llena de achaques, y cada vez hay más voces en contra. En el presente es más papel mojado, que artículos de obligados cumplimientos.

A pesar de los mandatos de la Carta Magna, los casos de corrupción saltan a diario. A consecuencia de esto, en las calles de nuestra España proliferan las movilizaciones en defensa de sus derechos. Desde las ‘mareas blancas’ en defensa de la sanidad pública, hasta lo más alarmante de la crisis en que más de la mitad de los jóvenes están en paro, pasando también por la seguridad de las pensiones.

La democracia es una endeble barquilla en este mar alterado que inevitablemente va a estrellarse contra las rocas. La estabilidad, una llama vacilante.

Para más inri, el conflicto catalán. Llegando a hacer una sociedad fracturada que ha enfrentado a independentistas y constitucionalistas y en el seno familiar dividiendo a familias.

Según El País del 1 de octubre, lunes, en la fachada de una parroquia catalana apareció una pintada que decía: «La casa de Dios es casa de oración, no de política». Su párroco denunció los hechos y defendió que en el templo colgara una pancarta con dos lazos amarillos a favor de los independentistas.

Y el pasado julio, el rector de la parroquia de San Ramón de Coma-Ruga (Tarragona) tras muchas quejas, tuvo que retirar un lazo colocado en el altar. Y sacerdotes de distintos pueblos añadiendo que el 1-O no tenía nada de ilegal, ocultaron urnas en sus templos.

Desdichado pueblo español a merced de un gobierno flojo y unos políticos ineptos, que están creando un ambiente inseguro donde reina la confusión y el nerviosismo. Luego, si las masas se alzan, difícilmente se detienen. ¡Cuántos descerebrados! 23 artículos de la Constitución no se cumplen. ¿Estamos locos o qué?

Qué lejos quedan aquellos versos del gran vate nicaragüense: «…que va en el barco el capitán Cervantes / y arriba flota el pabellón de Cristo».